A la mañana siguiente, SeHun se despertó antes que sus invitados. Seguía nevando sobre un manto de nieve. Las carreteras debían estar impracticables, y tendría que despejar con la pala la entrada a la casa por si querían salir.
Se volvió hacia JunMyeon y lo observó detenidamente. Tenía las manos unidas debajo de la almohada, como si rezara. El cabello le caía sobre la brillante seda roja, sus largas pestañas proyectaban una sombra sobre sus mejillas de porcelana y sus labios entreabiertos eran una tentación irresistible.
SeHun suspiró profundamente. Se le aceleró la sangre y tuvo que contener el impulso de enredar sus dedos en el cabello de JunMyeon, de atraerlo hacia sí y besarlo. El fuego se había apagado y no había vuelto la luz, así que el teléfono no funcionaría. Fue a por su móvil a la cocina para ver si tenía cobertura. Apretó un botón, pero la pantalla no se encendió.
JunMyeon había querido descansar cinco minutos antes de llamar a Seúl, pero los cinco minutos se habían prolongado toda la noche.
Sabiendo que JunMyeon había crecido tutelado por el estado era comprensible que no hubiera querido irse hasta ver cómo se resolvía la situación de la niña. SeHun había sido afortunado contando con su ayuda. Estaba soltero y sin compromiso por una buena razón.
En su familia se reían de él diciendo que cambiaría de actitud cuando se presentara la persona adecuada, pero SeHun no lo tenía tan claro. Disfrutaba de su libertad demasiado. Y no tener una familia propia tenía sus ventajas. Sus hermanos eran buenos hombres de negocios, pero su familia era su prioridad. Ese no era su caso.
Cada uno cumplía un papel. El suyo era heredar de su padre el puesto de presidente de la compañía, aunque en las revistas sensacionalistas lo presentaran como un mero playboy no lo era del todo, pero tampoco gastaba las fuerzas en desmentirlas.
Fue a ver a la niña. Tenía los bracitos fuera de la manta y las mejillas sonrosadas. SeHun la encontraba angelical. Podría haber sido una muñeca de no ser porque su pecho se movía con la respiración. JunMyeon había mencionado que sería difícil despedirse de ella, y tenía razón.
SeHun sintió hambre y recordó que no habían cenado. Mientras preparaba una cafetera lo más silenciosamente posible, le sonó el teléfono, de lo que dedujo que volvía a haber cobertura. Lo tomó precipitadamente y fue hacia el vestíbulo antes de contestar.
–¿Aislado por la nieve?
SeHun se relajó en cuanto oyó la voz de Jimmy, su hermano pequeño, el más divertido y con el que mantenía una relación más estrecha. SeHun cerró la puerta.
–Estoy a punto de sacar el quitanieves. –bromeó SeHun, acercándose a la ventana para contemplar el paisaje navideño en pleno mes de abril.
–Debes estar encantado: rodeado de naturaleza, aislado de la civilización... Sinceramente, yo preferiría estar en un atasco o en un Starbucks. –respondió Jimmy riendo.
–No hables de café que todavía no he tomado la dosis de la mañana. –regaño SeHun con tono divertido.
–Seré breve entonces. –accedió Jimmy–. Papá quiere saber cómo fue la reunión con JongWoon y si hay fecha para cerrar el acuerdo.
SeHun dejó caer la mano.
–Necesito más tiempo. –respondió sobándose la frente.
–Seguro que prefiere que sigas llevando tú la negociación. Eres el único capaz de convertir un erizo en un peluche. –alabo su hermano.
SeHun era un gran negociador. La clave estaba en no mezclar los negocios con los sentimientos, en mantener la cabeza fría... Y sin embargo, al recordar la expresión abatida de JongWoon el día anterior, lo reacio que era a vender un negocio que habría sido la herencia de su difunto hijo... se le cruzó por la mente una imagen de JunMyeon con la niña en brazos y sintió que se le formaba un nudo en el estómago. Se encogió de hombros.

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BEBÉ ABORDO-SEHO
Fiksi UmumKim JunMyeon un reportero con un pasado triste Oh SeHun un magnate de los negocios frio y calculador. Ambos atrapados dentro de un taxi por la tormenta de nieve en Asan. Para sumarle lo extraño en el taxi hay algo: una canasta con un bebe. ¿De qu...