one

643 76 24
                                    

  Nada alteraba a Oh SeHun. Ni siquiera la inesperada nieve que caía en Asan. El fracaso en la negociación de su última compra no era para él un inconveniente, sino un reto. A la vez que se ponía el abrigo y tomaba el maletín, se despidió del conserje diciéndose que tendría que ser más creativo. No le importaba tener que esforzarse.

Lo único que ponía a prueba su paciencia era la prensa. Según los periodistas, era un tiburón que aplastaba a familias empobrecidas para ampliar su perverso imperio. ¿Y el artículo en el que se cuestionaba el trato que había dado a un ambicioso actor con el que había salido? SeHun siempre era respetuoso con todas las personas. Tao y él habían mantenido una relación sin ataduras; no había contado con que lo chantajeara si no le regalaba un anillo de compromiso. Afortunadamente, a SeHun le daba lo mismo lo que la gente pensara de él.

Sin embargo, cuando salió del hotel, entró en un taxi y se abrochó el cinturón, su calma habitual lo abandonó y casi dio un salto en el asiento. Observando por un segundo a su inesperada compañía, se inclinó y dio un golpecito al conductor en el hombro.

–El último pasajero se ha dejado una cosa. –anuncio SeHun señalando la canasta.

–¿Una cartera? –preguntó el taxista, mirando por encima del hombro.

–No. –dijo SeHun–. Un bebé.

La puerta del otro lado se abrió bruscamente y una ráfaga de aire frío entró al mismo tiempo que un hermoso chico con un abrigo rojo con capucha. Colocándose una bolsa de viaje en el regazo, se calentó las manos con el aliento. Entonces vio algo de soslayo y posó sus ojos marrones, primero en el bebé y luego en SeHun.

Al observarlo, SeHun sintió un inesperado calor en el pecho y tuvo la extraña sensación de conocerlo. O al menos, de querer conocerlo.

–Tenía tanta prisa que no te había visto. –dijo JunMyeon apenado–. La verdad es que, con la nieve, casi no se ve. Es una locura, ¿verdad?

–Una completa locura. –dijo SeHun esbozando una sonrisa.

–Llevaba un buen rato esperando el taxi al que había llamado el conserje, así que me he asomado hasta la curva por si lo veía llegar. –explico JunMyeon.

Y SeHun dejó de sonreír al darse cuenta de que le había quitado el taxi creyendo que era el taxi que él había pedido.

–¿Ha venido por una llamada? –preguntó SeHun al conductor.

–No, el hotel me quedaba de paso. –el hombre se ajustó la gorra–. Y con este tiempo nadie sale a la calle a no ser que sea imprescindible.

Caperucita Roja se inclinó hacia él y dijo:

–Voy al aeropuerto. Tengo que llegar a Seúl para hacer una entrevista mañana a primera hora. –suplico JunMyeon–. Escribo para Story Dispacht.

A pesar de la aversión que SeHun tenía a la prensa, el nombre le sonaba. En ese momento JunMyeon se bajó la capucha y lo dejó sin aliento.

Aunque el frío le coloreaba las mejillas de JunMyeon de rosa, tenía una piel de porcelana. Una densa mata de pelo le caía casi hasta sus hombros y sus ojos marrones eran vivaces y luminosos.

SeHun había salido con muchos chicos espectaculares, pero nunca había estado junto a uno que lo dejara literalmente sin respiración. Y no solo por su belleza, sino por la serenidad e inocencia de su mirada y de su actitud.

Tras la frustrante reunión con el dueño del edificio, había estado ansioso por retirarse a la casa en la que solía alojarse cuando estaba en la ciudad, pero el encantador chico de Rojo tenía prisa por abandonar Asan y SeHun estaba dispuesto a comportarse como un caballero. Por otro lado, eso dejaría en manos del joven y del taxista la responsabilidad del bebé, que, afortunadamente, seguía durmiendo apaciblemente.

BEBÉ ABORDO-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora