Nine

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  Mientras JunMyeon hablaba por teléfono, y la niña descansaba apaciblemente, SeHun dio por terminado el trabajo y, reclinándose en el respaldo de la silla, recorrió la habitación con la mirada. El ruido de arañazos que creía oír era cada vez más nítido.

Se puso en pie. ¿De dónde procedía?

A la vez que aguzaba el oído y la vista sintió que lo invadía la inquietud. El día anterior se había reído de JunMyeon cuando mencionó un secuestro. Pero en aquel instante se preguntó por primera vez cuál sería la procedencia de la niña. ¿Había sido abandonada? ¿Robada? ¿Se habrían asustado a última hora los secuestradores?

Fue hasta el ventanal y acercó la cara para escudriñar el exterior, todo parecía en calma. Sin embargo, los arañazos no cesaban. Estaba a punto de ponerse una chaqueta para salir, cuando de entre los remolinos de nieve surgió una figura de frente a él. El corazón de SeHun se aceleró a la vez que el cerebro registraba dos filas de dientes, unos ojos amarillos, un hocico puntiagudo.

¿Un lobo?

Una fracción de segundo más tarde el animal se sacudió y SeHun reconoció a un perro negro, con una cola larga con la que barría la nieve.

Era el perro de los Dae. Al no estar sus dueños debía haber salido de su caseta y perderse en la tormenta. Estaba claro que quería jugar.

Aunque hacía un tiempo espantoso, SeHun pensó en las consecuencias de dejar entrar a semejante perro, calado de nieve, al interior. Tenía una cola tan fuerte que si golpeaba con ella a JunMyeon lo lanzaría por el aire. Y no quería ni pensar lo que le haría a la niña.

Otra posibilidad era llevarlo al garaje.

–¿Quién es ese?

SeHun miró hacia JunMyeon y le pareció que fruncía el ceño, pero volvió la mirada a Gasparin al instante. ¿O no se llamaba a sí?

–Es de los Dae. –explico SeHun.

–Parece simpático. –susurro JunMyeon observando al perro.

–Y enorme.

–Debe estar helado. No podemos dejarlo fuera. Seguro que tiene hambre. –agrego JunMyeon queriendo acariciar al perro.

–Pero es que es gigantesco.

El perro hizo unas cabriolas y lamió el cristal sin dejar de sacudir la cola.

–¿Vas a abrirle o le abro yo? –dijo JunMyeon, tomando a la niña en brazos.

SeHun miró a JunMyeon y NingNing alternativamente. Esta miraba por la ventana gorjeando con el puño en la boca y riendo, como si lo que más deseara en el mundo fuera conocer a ese visitante.

Levantando las manos en señal de rendición, SeHun salió, mascullando:

–Voy a abrirle por el lado de la cocina.

Para cuando abrió la puerta, el perro lo esperaba sentado, con la pata en alto, como si fuera a estrecharle la mano.

–Vamos, está entrando frío.

El perro pareció sonreír y se sacudió, salpicando copos de nieve que SeHun intentó evitar. Pasó de largo y SeHun vio desaparecer su rabo por la puerta. Luego cerró y fue al salón.

El perro estaba sentado a los pies de JunMyeon, erguido y con las orejas alzadas, mientras JunMyeon le susurraba monerías como si fuera un niño de seis años.

Al acercarse, SeHun se fijó en que tenía unos ojos amables y que parecía cariñoso. Además, recordó que la señora Dae le había dicho que era muy leal y protector con los niños.

BEBÉ ABORDO-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora