Three

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  SeHun inclinó la cabeza hacia los asombrados ojos de JunMyeon y casi se olvidó de que estaba bromeando.

JunMyeon no tenía ni idea de quién era en realidad y era ridículo que asumiera conocerlo cuando su información se basaba en las mentiras de periodistas cotillas. Después de todo, JunMyeon formaba parte de un negocio que aprovechaba cualquier fotografía o frase para aumentar su tirada y conservar sus trabajos parásitos.

Pero SeHun no le haría pagar por ello, entre otras cosas porque JunMyeon le resultaba encantador como un lindo conejito cuando se indignaba. Pero ¿Cómo reaccionaría JunMyeon si lo besaba? ¿Montaría una escena o se derretiría en sus brazos?

A pesar de que la tentación era grande, SeHun decidió no comprobarlo, y en el último momento desvió la trayectoria y, levantando la sillita, caminó hacia la salida. Unos segundos más tarde, oyó que le seguían los pasos y no tuvo que voltear para saber quién esa hermosa persona.

Fuera, la tormenta de nieve arreciaba. Ya en el taxi, SeHun llamó a los servicios sociales, donde una mujer, tras pedirle la dirección, dijo que un representante acudiría lo antes posible. También anunció que era su obligación poner al corriente a la policía.

—¿Qué te han dicho? —preguntó JunMyeon cuando colgó.

—Que se pondrán en contacto con nosotros. —conto SeHun.

—¿Cuándo? —pregunto nuevamente JunMyeon.

—Lo antes posible. Entre tanto, lo mejor es que compremos unos pañales y la llevemos con la señora Dahyun. —comento SeHun.

Cuando las autoridades se ocuparán del bebé, pagaría un taxi al aeropuerto para JunMyeon y tras esa buena acción, se sentaría ante la chimenea con una copa de brandy, Quizá incluso le propondría a JunMyeon que lo acompañara, para ver si estaba dispuesto a traicionar sus principios a cambio de satisfacer su curiosidad de periodista.

Pararon en una tienda. El bebé seguía durmiendo cuando SeHun cargó el maletero con toallitas húmedas, leche en polvo, biberones y varias camisetas y monos de cuerpo entero. Como en todos los campos, sabía que la clave era estar bien preparado.

Media hora más tarde llegaban al camino que daba acceso a la casa de sus vecinos. La tarde había caído sobre el apacible y silencioso vecindario, que estaba bordeado de gigantes abetos cuyas ramas se inclinaban con el peso de la nieve recién caída. Una solitaria farola proyectaba su tenue luz sobre el asfalto, pero no se apreciaba ninguna luz en la casa de los Dae. De hecho, era la primera vez que SeHun la encontraba totalmente a oscuras y, aparentemente, vacía.

JunMyeon miraba por la ventanilla, escudriñando la vista a través del empañado cristal.

—No parece que haya nadie. —dijo JunMyeon con tono de reproche—. ¿Hay cobertura telefónica?

—Si están pensando en volver, será mejor que se den prisa. —dijo el taxista, acelerando la velocidad de los limpiaparabrisas—. Se avecina una ventisca.

SeHun reflexionó un instante antes de decir:

—Continúe unos cien metros hacia la derecha. —señalo con rapidez para salir de la fea mirada que JunMyeon le daba.

—Un momento. —dijo JunMyeon, asiéndose al cinturón de seguridad—. ¿No has oído al conductor? Si queremos volver, debemos irnos ya.

—Los servicios sociales se han quedado con esta dirección. Debemos esperar a que nos contacten. —respondió SeHun con sutilidad señando a la beba que dormía.

JunMyeon apretó sus sensuales labios y sacudió la cabeza.

—Prefiero volver. —ordeno JunMyeon cruzándose los brazos con seriedad en la cara.

BEBÉ ABORDO-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora