Capítulo 13

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Lian:

— ¡No puedes arriesgarte así!—

— Largo.

— Lían n-

— Me importa poco lo que pienses, Jack.

Escucho vidrios quebrarse, giro y veo lo que antes era una copa ahora en añicos.

— Vete y de paso llama a una criada para que limpie.

Un molesto Jack sale del despacho cerrando la puerta de un portazo.

Por suerte, luego de la explosión el despacho fue ampliado y según la sirvienta, más elegante y menos de antaño.

Ruedo los ojos.

Sirvo más vino en mi copa y lo bebo como si fuera agua. Procedo a sentarme en el sofá de cuero y me preparo para la siguiente llamada.

— Oh diosa pensé que te estaba muerta para tí Lili.

Gruño apretando la copa que tengo en mi mano.

— Dalia...

—Cielo se que me extrañabas no lo niegues.

Cierra la puta boca.

Oigo que suspira.

Bien,¿Ahora que quieres?

Ven al castillo y te lo explico.

Supongo que es importante¿No?— Del otro lado de la línea se oyen golpes — Iré pero dime para qué necesitas mi presencia.

Bufo y bebo de mi copa de un sopetón. No le debo explicaciones.

— Solo ven, Dalia.

Su momento terquedad está por empezar.

Tres.

Dos.

Uno y...

No, tengo un vuelo a Milán en treinta minutos, al menos dame un resumen de lo que me ibas a decir y tal vez piense en ir... primito.

Si no acepto es capaz de colgarme, generalmente soy yo el que siempre corta las llamadas.

— Sé mi esposa.

Se escucha un jadeo para luego quedar al otro lado en sepulcral silencio, sin embargo pasados cinco segundos exactos musita.

— No jodas.

No escucho más y molesto miro la pantalla del teléfono.

Llamada finalizada

Colgó la muy desgraciada, ejerzo mas presión en mi copa y esta termina por quebrarse en mis manos. ¿Dónde está la criada que pedí?. Salgo del despacho directo al segundo piso, y me encamino hacia la puerta del fondo del pasillo. Mi habitación, ahora siendo invadida por esa humana, huelo el aroma a vainilla al igual que el de azufre, abro la puerta brusco y busco a Cristin, doy con ella sentada en la cama con un libro en sus manos.

Dando largas zancadas me posiciono frente a ella, que hasta ahora no había reparado en mi presencia. Como si le hubiesen dado un latigazo, la humana levanta la cabeza violentamente y me pregunto como no se dislocó el cuello.

Tomo a Cristin del brazo fuerte y la halo hasta que queda de pie, aún sin soltarla la zarandeo para que suelte ese libro. Este cae y observo del lado que cayó, maldigo para mis adentros al descubrir lo que estaba leyendo Cristin.

El Rey AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora