21

397 39 40
                                    

21





--Tsk, que manera de aparecer, después de haberse negado como lo hizo, le encanta quedar como un payaso, no sé como no le da vergüenza—susurra Inuyasha mal encarado mientras conduce, más por hacer conversación que por realmente estar molesto, aunque es cierto que teme por Rin. El conoce perfectamente la crueldad y la indiferencia del asesino más grande del mundo, y ahora, después de cierto tiempo de conocerla, al menos puede decir que Rin es todo lo opuesto; es una persona común, con tendencia a ser optimista, dulce, amable; el coctel de frutas perfecto para que alguien como Sesshoumaru pudiese pisotear. Además, ya la había lastimado considerablemente y quizá sin posibilidad de retorno, pues las mujeres son la expresión más pura de la complejidad. Además, Kagome adora a Rin, por alguna razón desconocida para él, y sabe que si Rin está triste, Kagome tampoco estará contenta... Suspira mentalmente y piensa en lo difícil que es cuidar de la familia. Quizá más difícil que matar.

--Vamos Inuyasha, que por lo menos ha venido, eso es lo importante, además sabemos lo estúpido que shuele ser cuando se trata de Rin chan... ¡ahhhh que emoción! Es tan romántico... –chilla la joven desde el asiento de copiloto, aún arrastrando las palabras por el efecto del alcohol ingerido.

Inuyasha le devuelve unos ojos saltones y una cara escandalizada por su falta de indiscreción. Pero su esposa le regresa una mirada alegre y una mueca de despreocupación, haciendo al mismo tiempo un ademán con la cabeza señalando a la joven que mira por la estrecha ventana trasera del automóvil deportivo, a la motocicleta que, a pesar de la llovizna que comenzó en cuanto arrancaron del club nocturno, no ha hecho más que escoltarles. La joven encogida en el reducido espacio trasero está embobada; no les escucha.

Inuyasha había cumplido su palabra de llevarla a casa. Todo paso muy rápido y con pocas posibilidades de maniobra por la amenaza de lluvia, la borrachera de Kagome, y el hecho de que Rin no contaba con su casco de Meteoro y Sesshoumaru no llevaba un repuesto para ella, puesto que no estaba en sus planes que se rencontrarán justamente esa noche, bajo esas circunstancias; a la joven no le quedó de otra, más que aceptar el ride del hermano menor de los Taisho, sin embargo, bajo la propuesta de Sesshoumaru de seguirlos hasta su casa.

Sesshoumaru aún no sabe si ha sido lo mejor, pues sus heridas por la batalla antes de encontrar a Magatsuhi ya muerto a manos de su ex novia, están aún lejos de haber sanado; de hecho, sus costillas fisuradas le lastiman los pulmones por la vibración del motor de su motocicleta, tiene uno de los brazos suturado y vendado a medias, y claro, miles de moretones alertando de su difícil contienda. No, no era lo que el habría planeado. Llevaba tan solo seis horas en Japón, ni siquiera había llegado a su casa, pero, lo que pasó en el antro; el rechazo a su personaje por parte de la joven, refiriéndose a él como su esposo (pues sabe que fue eso a lo que se refería), la peligrosa atención que causó su frescura, y verla sufrir tratando de esconderlo entre su acostumbrado torrente de emociones visibles, no pudo más que volcarse a la decisión de dejarse ver ante ella, sin disfraces, sin transmisiones ni espionajes de por medio. Quería verla ya de frente. Interactuar. Calmarla. Abrazarla. Una decisión improvisada más a la que se siente arrastrado por la inexplicable atracción que siente hacia la joven. Verla con sus ojos empapados, escucharla molesta gritar que le recordaba a su esposo, ambas, situaciones inesperadas para él; ambos, flechazos en su interior de sensaciones agobiantes, pues su reencuentro, significa hacer lo que su relación amerita cual combustible: mentir. Y vaya que tendría que hacerlo, las simples heridas en su cuerpo lo demandarían. Claro eso si se quita la ropa. Su corazón comienza a latir a prisa y se siente estúpido.

(Mierda... ) Piensa cansado, sin cambiar la expresión de su rostro cubierto por el casco. observa la silueta que lo mira desde el automóvil al que sigue. Mira claramente su cara, sus ojos expresivos en total crisis, mirándolo a el con ansiedad.

Asesinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora