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La silueta acorazada por su armadura de asesino y su casco hacen resonar con sus pisadas metálicas, un eco acuoso se abre camino conforme el par de asesinos pinta sus pasos en los charcos propios del escenario subterráneo en el que se encuentran. Uno alto, el otro le resta una cabeza entera.

--Es genial trabajar de nuevo juntos, Señor Sesshoumaru. ¿Cómo está Rin?

--No trabajamos juntos Kohaku. Hace tiempo que trabajo por mi cuenta. Esto es un caso especial, y ustedes cazadores son especialistas en toda clase de búsquedas... así que...

--Seguro, claramente no nos necesitas, pero es un honor ver al asesino perfecto en acción.

Sesshoumaru le mira extrañado. El chico parece admirarlo en serio. Se le nota más maduro de la ultima vez que lo vio, con esa eterna expresión triste gravada en el rostro. Siente con gran asco la necesidad de responder a su gesto de forma... amable. Ciertamente lo poco que lleva casado con Rin le ha afectado.

--Rin esta bien.

No dice nada más. Continúan caminando por el túnel que se extiende ante ellos como la boca de un dragón alargado que los engulle, moviendo el agua que hace un poco más pesados sus pasos. Las lamparitas adheridas a sus caretas son lo único con lo que combaten la húmeda negrura y ambos mantienen los visores en modo nocturno, para poder ver en la oscuridad como animales nocturnos.

--Me ha contado que adora su departamento, nunca la había visto tan feliz... --Dice Kohaku tímido, pero todo el la postura de Sesshoumaru le hacen saber que no es buena idea seguir charlando de ella. Además, tendría que guardar bien su aliento... estar a esa distancia bajo tierra lo aprieta, lo angustia.

Son sacudidos por el repentino temblor de la alargada bestia metálica que se desliza a más de treinta millas por hora a tan corta distancia de ellos, pues los divide tan solo una pared de ladrillos enmohecidos. La ruta este del shikatetsu* pasa como todos los días a esa hora. Kohaku se sobresalta y deja caer el aparato rastreador que tenia en las manos. Nervioso, se apresura a buscarlo a tientas en el interior de el interminable charco que les cubre los pies. En la privacidad del interior de su casco Seshoumaru arruga una de sus cejas molesto. No le importa que el mocoso lo siga, mientras no le estorbe en lograr el objetivo de la misión, pero, su torpeza y falta de experiencia habla mucho de sí mismo.

(No lo desmayo y lo abandono aquí tan solo por Rin, lo juro por Dios... aunque, pensándolo bien, no entiendo porque no podría, el inútil éste no irá a llorarle nada, en lo que a ella concierne tan solo somos conocidos...)

Seshoumaru da un paso, deslizándose detrás de la figura de Kohaku, que está ahora de rodillas, manoteando entre quietas aguas verdosas. El asesino se inclina sobre el exterminador como si fuese un felino, Kohaku es tan solo un conejillo ciego y sordo que rasca sin excito el suelo. El asesino extiende su mano enguantada, parece la hoja de un cuchillo. Va a soltar un fulminante golpe cuando, después de un movimiento en el agua, hecho por el cada vez más desesperado novicio de asesino, observa que algo se ilumina. Una luz roja comienza a parpadear levemente.

(el rastreador)

Kohaku suelta una exclamación y dirige su atención a la luz, levanta el pequeño aparato y antes de que emerja del agua, se alcanza a escuchar un débil y pausado pitido, que va al ritmo del parpadeo de la luz.

(Es demasiado pausado. La bomba esta en los limites del alcance del rastreador.)

--Esto ..—Kohaku extrae el artefacto por completo y este sucumbe a la oscuridad. Se detiene, es como si ellos dos hubiesen imaginado su reacción. Sesshoumaru ya ha comprendido, Kohaku apenas está entendiendo que si se trata del objetivo del rastreador... piensa que quizá lo descompuso la caída y las aguas negras, --¿Cómo? Pero sí...

Asesinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora