Capitulo 8

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- Mabel. Mabel, despierta, ¿dormiste toda la noche sentada junto a la ventana?

Es la voz de Jun, la hermana mayor de Erick. Me ayuda a despabilarme y entonces le cuento todo. Desde el día en que me atacaron por primera vez. Me escucha atenta y después se molesta con Erick por no haber acudido a mi ayuda cuando traté de despertarlo.

- No tengo la culpa de tener el sueño tan pesado - se defiende mi amigo.

- No - contesto - tú no tienes la culpa de nada. Creo que será mejor que vuelva a mi casa.

Y lo hago, a pesar de que me piden que me quede. Ya me di cuenta de que no estoy a salvo en ninguna parte. Si estoy en casa, al menos no tengo que quedar como una loca ante los demás.

Siguen pasando las noches y sigo escuchando canciones que nunca había oído antes. Me quedo observando por la ventana hasta que el chico aparece. Entonces me encierro y escucho como toca.

Dook, dook, dook en la ventana.

Ya no me levanto ni hago nada. Me dijo que no tuviera miedo de él, asi que ya no le temo, simplemente lo ignoro.

Las cosas se han puesto lo suficientemente feas ya como para que siga atemorizada.

La gente del pueblo está muriendo. Incluso la gente de mi escuela. Mis padres no me dicen nada, pero lo sé. El lugar cada vez está más desértico.

Somos un pueblo pequeño así que es notable cuando alguien deja de andar por las calles. Mi padre se encierra todos los días en el taller a trabajar, como de costumbre, pero ya no me deja entrar.

Y tengo la sensación de que todos ocultan algo.

Ese virus está haciéndose más fuerte. La gente mayor ayuda todo lo que puede en el hospital, pero no es suficiente. Erick y yo hemos tratado de colaborar, pero no nos lo permiten.

Los profesores tratan de seguir las clases como si nada. No entiendo qué les pasa.

La clase está cada vez más vacía. Al menos una vez a la semana alguien deja de asistir.

Esta mañana ha sido Amanda.

Erick es el primero en notarlo.

- Debe estar en la enfermería. Iré en el receso ¿vienes? - me susurra.

- Claro, pero creo que deberías hablar tu primero con ella...

Los dos sabemos que probablemente no la volveremos a ver. Todo el que enferma desaparece. Poco a poco se los llevan al hospital y no sabemos más de ellos.

No sé cómo este tomando esto Erick, pero parece muy serio. Alison desapareció la semana pasada. Es terrible.

Nos colamos a la enfermería y me quedo en el pasillo. A pesar de eso puedo escuchar su conversación.

- Vienes a despedirte - dice Amanda al ver a Erick. Él solo se queda callado, casi puedo oír cómo traga saliva, cobrando fuerzas para no llorar.

- Tranquilo - sigue diciendo Amanda - sé perfectamente lo que va a pasarme - respira y da unas cuantas arcadas tratando de no volver el estómago - bueno en realidad no, pero supongo que desapareceré, como todos.

- No digas eso.

- Es la verdad. Acércate, dame la mano. Sabes que te aprecio, sólo quiero darte las gracias por todo. Cuida bien de Mabel, me harán falta, a donde quiera que vaya.

- ...quisiera... quisiera decirte algo que he callado durante años, y sé que no es el momento, pero... vas a irte...

- No importa, sólo dilo cerebrito.

- Me gustas - oh por dios, se lo dijo - me atrevería a decir que te amo. Lo sé desde que teníamos seis años, ¿recuerdas la vez que estábamos los tres juntos en el bosque por la noche, atrapando luciérnagas en frascos? Ustedes tenían el frasco lleno y yo solo tenía una miserable luciérnaga con el foco fundido... Jun apareció de la nada y empezó a burlarse de mí, se burló hasta que llegamos a casa, entonces cuando me viste llorando me entregaste tu frasco con tus luciérnagas. Me sonrojé tanto que mi hermana siguió burlándose, pero ahora canturreaba que me gustabas. Mabel me puso un montón de apodos, y tú solo me sonreías. En ese momento lo supe.

- Erick ... yo ...

Amanda empieza a vomitar. Es aterrador, llamo a la enfermera y entramos corriendo para ayudarla. Está vomitando sangre.

Erick llora tanto como esa vez, cuando éramos niños.

Curiosamente hoy las cosas se tornan similares a ese recuerdo. El rojo sangre de las mejillas de Erick, y las lágrimas que parecen brotarle a chorros por los ojos.

Solo que esta vez ya no somos unos niños, yo también lloro a mares... y Amanda ya no está sonriendo.

El bosque de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora