Capitulo 18

41 2 0
                                    

Sé que van a matarme. No importa cuánto grite que no soy una de ellos, me arrastran hacia dentro para clavarme una estaca en el pecho.

Todo se ha ido al diablo.

Comienzo a pensar en todas las cosas que jamás haré, las personas y los lugares que no conoceré, ya no iré a la universidad, no tendré un empleo, no voy a formar una familia... pienso en Erick y lanzo una oración fugaz, rogándole a Dios que él y sus hermanas estén bien. Me pregunto si Bastián seguirá esperándome...

Entonces, como si lo hubiera llamado con el pensamiento, me doy cuenta de que está aquí. Una ráfaga de viento recorre todo mi cuerpo.

Al siguiente segundo los hombres que me arrastraban caen al suelo de golpe. No puedo ponerme de pie.

- Te sacaré de aquí...

- ¡Bastián! – grito con lágrimas en los ojos.

Cuando toma mi mano, puedo notar que su piel está ardiendo en temperatura. Me deja por un instante para deshacerse de las personas que tratan de atraparnos, pero en seguida tira de mí para salir corriendo.

Su respiración está agitada. Mientras avanzamos volcamos las antorchas encendidas que hay a nuestro paso. Todo comienza a incendiarse detrás de nosotros. Y Bastián se retuerce de dolor.

- Recuerdas que te dije que no teníamos permitido entrar sin ser invitados ¿no? Pues es por esto.

Su piel soltaba una especie de vapor caliente. Había enrojecido y quemaba al tocarla.

¿Qué cosa eres Bastián? pienso, un verdadero monstruo.

- Fuera de este bosque el mundo está cambiando – me dice - las personas se matan entre sí. Es una locura. Te sorprenderías de ver tanta violencia; por las noches es difícil dormir por los constantes tiroteos, nadie está a salvo en la ciudad. Excepto durante la hora cero, en la que todo está en calma por unas breves horas. De las tres de la mañana hasta el amanecer todos se quedan callados en sus refugios esperando a que el sol aparezca, para comenzar con la guerra sanguinaria del día a día. Por eso vine aquí con mi padre. Allá afuera Mabel, están los verdaderos monstruos, así que deja de mirarme así que yo no voy a hacerte ningún daño.

- Perdón yo...

- Debemos irnos ya, antes de que el incendio se propague.

- Ir ¿a dónde? No me queda nada.

- No digas eso. Sabes que te están esperando.

Solo tengo que llamar a Erick y decirle que estoy viva, aunque mis padres no. Pedirle refugio con su familia por un tiempo y luego buscar por mi cuenta. ¿Y Bastián? esta mal herido y dentro de poco se quedará solo hasta encontrar a su padre. Me detengo a observarlo y contemplo cómo sus quemaduras se convierten en vapor.

Vaya. Ventajas de no ser un humano.

- Deberias llamarlo ya. Estamos cerca del túnel – me dice después de un rato.

- Si, creo que ya es hora.

Pero no es Erick quien responde el teléfono. Es un hombre mayor, imagino que es su padre. Empieza a hacerme preguntas sobre mí y mis padres y con quién estoy.

- Mi nombre es Mabel Malowski, tengo dieciocho años. Mis padres están muertos, de hecho todo el pueblo donde vivía está muerto. Hay un chico conmigo, me ayudará a llegar a la ciudad, aunque en realidad no tengo a donde ir...

Me dice que no me preocupe que están esperándome.

Escucho la voz de Erick del otro lado de la línea, pidiendo hablar conmigo, pero su padre le dice que ya habrá tiempo.

- Pon al chico al teléfono, si él es tu guía será mejor que le de indicaciones.

Me pregunto por qué todos confían tan fácilmente en Bastián aún sabiendo lo que es.

- Ya sé dónde están. Podemos llegar en un par de horas si no descansamos demasiado – dice devolviéndome el celular. Continuamos caminando a paso firme, se ha recuperado por completo.

- Entonces ¿seguirás ayudándome?

- No me tientes a abandonarte ahora.

- Es que no me queda claro por qué no lo has hecho aún. No entiendo por qué estas ayudándome.

- No hay una razón en especial. Bueno no te voy a negar que al principio tenía cierto interés en ti, pero no te puedo explicar exactamente por qué estoy haciendo esto porque no lo sé.

- Eres más sobrehumano de lo que creía.

- No eres la única que está sola en el mundo ¿sabes? – se detiene un leve momento para ponerse a mi lado y caminar a mi ritmo.

- Tú al menos tienes a tu padre – le digo.

- El hecho de que haya alguien conmigo no quiere decir que no esté solo. Y tú... me recuerdas a mí. Salvo por la pequeña diferencia de que tu si tienes amigos.

Seguimos avanzando hombro con hombro, en silencio y mirando al suelo.

- ¿y qué hay de mí? – digo al fin.

- ¿qué hay de qué?

- ¿no somos amigos ya? Me salvaste la vida, has pasado tiempo conmigo, sabes cosas de mí que probablemente no le contaré a nadie. Me has confiado tus secretos prácticamente desde que te conocí. Si esto no es una amistad no sé qué es.

Bastián me sonríe y asiente con la cabeza.

- Bueno – dice solamente.

- ¿ves? No me digas que no hay razón para estar aquí conmigo. Somos amigos y para alguien que nunca había tenido uno, lo estás haciendo bien. Así que gracias.

- ... ¿así que harías lo mismo por mí?

- Seguro.

De alguna manera su presencia ayuda a mitigar el dolor. Soy huérfana, me digo a mi misma, y ni si quiera pude decir adiós.


El bosque de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora