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Harry se sentía en paz por primera vez en años. Bueno no tan así, aún se quedaba despierto a altas horas de la noche pensando, pero estaba tranquilo, algo le aseguraba que había tocado fondo y por fin se estaba levantando y todo mejoraría a partir de ahora.

Su cachorro y él ya llevaban una semana en su nuevo hogar, le sorprendía lo bien que se habían adaptado y vuelto a empezar.

Aún esperaba que cayera el otro zapato y Milo preguntara por su tía, su abuela y sus primos, pero el niño era bastante intuitivo y a Harry no le sorprendería que lo sospechara. Más que nunca intentaba recordarle lo amado de que era y lo empujaba a hablar de sus sentimientos.

Igualmente, y por recomendación de su terapeuta, había concretado una cita para Milo para que tuviera la libertad de expresarse con alguien que no sea él y con mucha más herramientas para ayudarlo.

Harry también tenía una cita con una colega de su antigua psicóloga, ahora estaba bien y cada día mejorando con su salud mental, pero tras el nacimiento de Milo y todo el trauma que este había implicado además de que era un omega en "negación de alfa", la depresión había sido atroz.

Pero estaba mejorando, solo por su bebé, porque merecía una mamá estable o al menos no tan inestable.

Todo el control que tenía en ese momento de su vida ayudaba mucho también, le daba seguridad ahora que sabía que no estaba tan perdido y que era por fin libre.

Había hecho los trámites en su trabajo y ya se encontraba ejerciendo como diseñador gráfico a la distancia y a su vez promocionando su agencia de fotografía, sabía que está última no prosperaría como hubiera deseado, pero siempre se había planteado hacerlo como hobby y eso estaba bien.

Trabajaba para una empresa internacional de gaseosas, una vez al mes presentaba diseños y propuestas para publicidades, todo desde su computadora, lo que le permitía estar a disposición de Milo a toda hora del día. Por suerte y aunque respetaba a las mamás que si, nunca había necesitado una niñera.

Esa mañana estaba trabajando en su nuevo estudio, una de las tres habitaciones de la casa, la que tenía la mejor vista al jardín, espacio que en la semana con Milo habían trabajado en devolver a su brillo natural.

Ahora estaba lleno de flores y habían plantado dos limoneros, además habían cambiado las plantas de los balcones por unas más acordes al espacio.

Poco a poco, todo empezaba a sentirse más propio, comenzaba a sentirse correcto y cada día que pasaba no podía no pararse a pensar como no había huido antes.

Lo habían estado pidiendo por tanto tiempo que Harry no lo había notado, ahora vviendo a Milo correr tras el gato que venía con la casa, todo era más claro, ahí estaba su cachorro disfrutando el enorme espacio verde que en su apartamento no conocía, con sus nuevas botas de lluvia de las que se enamoró en el mercado, totalmente desaliñado porque ¿Qué más daba? Era su casa, suya, con sus reglas y la falta de muchas de ellas.

Ya no se preocupaba por el que dirán, ni de que Milo rompa algo que luego debería pagar al dueño del departamento, ellos eran sus dueños y el pequeño podía ensuciarse y gritar y ser todo lo revoltoso que un niño de 2 tirando a 3 años debía ser.

Eran libres.

Tan libres que Harry a veces ignoraba la tormenta inminente acercándose, Louis.

No podía mentir, su omega chillaba y suspiraba al pensar en el alfa que le enviaba mensajes tontos y tiernos día y noche, que hacía videollamadas con su cachorro y con quien habían acordado una "reunión de juegos" ese mismo día ya que Milo quería mostrarle todos sus juguetes.

beach boys [ social media l.s ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora