Capítulo 3

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Capitulo 3

*Hacienda las Dianas*

*Por la tarde*

Desde que tenemos niños pequeños en la Hacienda que tenemos una habitación para ellos, solamente para ellos: llena de juguetes, de libros, de peluches, de colores...

También había una televisión y a veces, esa sala, la utilizaban como un pequeño cine, donde veían series y películas.

Si los niños no estaban en el jardín, estaban ahí.

Y justamente esa tarde estaban ahí, pero terminando los deberes que tienen con la ayuda de la abuela.

La veía desde la puerta, me encantaba y me encanta observarla, ya lo sabéis. Y si en el papel de madre ya era la mejor, con el de abuela no se quedaba ni se queda atrás.

SA: ¿Así, abuela?

IN: Sí, muy bien, cariño. Haz el otro.

SA: Ese es más difícil.

IN: Ese es igual que este, pero solo cambiando esto. ¿Lo ves?

SA: Ah, sí. Gracias, yaya.

IN: De nada, mi vida.

LA: ¿Cando teminemos podemos jugar, yaya?

IN: Claro que sí. Pero antes merendaréis.

P.I: ¿Y el yayo podá jugar?

IN: Se lo preguntaremos, pero claro que podrá jugar con vosotros.

Dejé de observar y escuchar la conversación porque me llamaron de la procesadora. Y por eso volví al despacho, donde me senté en mi silla y atendí la llamada.

Minutos después de haber colgado, cuando ya estaba volviendo a revisar algunos papeles relacionados con la llamada, alguien tocó la puerta.

VIC: Adelante.

SA: ¿Estás ocupado, abuelo?

VIC: No, cielo, pasa.

La niña se aceró a mí con una libreta y un lápiz en la mano.

SA: ¿Me puedes ayudar con este ejercicio? (empecé a apartar un poco los papeles).

VIC: Claro que sí, ven aquí (se sentó en mis piernas después de dejar la libreta y el lápiz en la mesa). Déjame que lea el enunciado (lo leí, y claramente para mí era fácil, pero no para ella). ¿Qué es lo que no sabes?

SA: Esta parte del enunciado no la entiendo. Tengo la primera mitad, pero esta otra no la entiendo.

VIC: Tú has hecho esto (cogí una hoja en blanco y empecé a hacer lo que decía el enunciado) y ahora te dice que hagas algo parecido. Es fácil, si en el enunciado solo cambia esto, aquí solo tienes que hacer esto.

SA: Ah, claro, ahora lo entiendo. Porque al cambiar esto, no hace falta que haga esto, claro. Gracias, yayo.

VIC: De nada, cariño. ¿Y la abuela?

IN: Aquí. Aquí estoy (dijo entrando al despacho). Estaba con los niños, que se habían ensuciado con la colores.

VIC: ¿Estaban pintando? (me levanté para ayudarla con los niños, ya que los llevaba a los dos en brazos).

IN: Sí, el libro que les compramos para que pintaran.

VIC: Entonces mis nietos saldrán todos unos artistas (dije dándole un beso a la pequeña Inés, que al igual que su abuela, me había robado el corazón).

LA: ¿Mamo a jugar, yayo?

VIC: Claro que sí, vamos. Cielo (le dije a Sabi) ¿ya has terminado?

SA: Sí, abuelo, ya he terminado.

Felices; Años DespuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora