Capítulo FINAL

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7 AÑOS DESPUÉS

VI: Buenos días a todos (entrando en el comedor junto a Inés).

IN: ¿Cómo habéis dormido, mis amores?

Tanto ella como yo nos acercamos a los integrantes de la familia y los besamos a todos.

CO: La noche debió estar genial, señores Santos. ¿Se os han pegado las sábanas o qué? (con una sonrisa pícara).

VI: (le abría la silla a Inés después de saludarlos a todos, cuando me pegó una mirada que lo decía todo). Mejor no te voy a contestar, hija. 

MA: Abuelos, la semana que viene es vuestro aniversario, ¿que vais a hacer?

Con 26 años, con la carrera terminada y trabajando junto con su mamá, que había cambiado bastante, Marijó estaba viviendo la vida de sus sueños. Y con la noticia que nos dio hace tiempo, muchísimo más...

P.V: ¿Qué aniversario, abuelos?

El pequeño Vicente, por pedido de Victoriano y de Eduardo y que a Casandra le gustó, se parecía tanto a ella de pequeña. Tan carismático, tan alegre, tan pasional con lo que le gustaba. Y tenía casi siete añitos.

IN: El abuelo y yo cumplimos años de casados, por eso se le llama aniversario de bodas.

P.V: Ahh, ¿y yo cuándo lo podré hacer?

CA: Cuando seas muy mayor y estés casado.

ES: ¿Y yo?

Estrella, la primera hija de la pareja más joven de la familia y la que siempre iba con una sonrisa puesta en la cara, con ese pelo rubio igual que su madre que tenía enamorada a toda la familia. Ella ya tenía los siete años.

EM: Princesa (a su hija) tú y yo ya hablaremos sobre ese tema más adelante.

ES: Sí, papi.

Se notaba a kilómetros que esa niña vivía enamorada de su papá y a todo le decía que sí, fuese lo que fuese.

CO: A ver que le dices tú a mi hija, eh.

EM: Nada, solo hablaremos (haciéndose el inocente).

CO: Más te vale.

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VI: ¿Observando las vistas, morenita? (abrazándola por detrás).

IN: Ya sabes que me encanta hacerlo.

Estábamos delante de una panorámica preciosa, de las mejores que habíamos visto. Y siempre que íbamos, dedicábamos un rato para poder observarla.

Cuando éramos jóvenes, ella siempre me decía la ilusión que tenía de tenerla. Poder ir y pasar los días en completa tranquilidad, sin ruidos, sin agobios.

Esa panorámica la observábamos desde nuestra habitación, en el balcón. Había asientos para poder relajarse mientras veías esas vistas que te enamoraban. Aunque esa vez, estábamos de pie.

Los gritos y risas de algunos de nuestros nietos desde la piscina, otros que veíamos en la playa, estar abrazada a ella y observar el atardecer, era sentir una paz inmensa.

Los niños nos gritaban desde abajo para que los miráramos como se tiraban a la piscina. Y nosotros nos reíamos porque eran tremendos.

VI: Te amo (besándole la mejilla).

IN: Yo te amo a ti (girándose para besarla).

Y allí estábamos, en nuestra casa de la playa. Regalo que le hice a Inés por uno de nuestros aniversarios. La cara que puso al enterarse, me dio años de vida. Y cuando se lo contamos a nuestros hijos y nietos, ya ni te digo.

Felices; Años DespuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora