Capitulo especial
Inés
El primer rayo de sol se filtró entre las cortinas, marcando el inicio de otro día en la Hacienda. Me desperté antes que Victoriano, como solía hacerlo en los primeros años de nuestro matrimonio. Me levanté con la misma sensación de alegría de siempre, deseando comenzar el día con una pequeña sorpresa.
Con pasos suaves me dirigí al baño, donde me di una ducha y me vestí para bajar a la cocina. Allí, la calidez de la mañana me rodeó. El aroma del café recién hecho pronto llenó el aire, y mientras preparaba las tostadas, escuché el sonido de los primeros pasos de nuestros nietos corriendo por el pasillo.
—¡Abuela Inés! —gritó Inés, nuestra nieta mayor, mientras entraba a la cocina con una sonrisa radiante—. ¿Puedo ayudarte con algo?
—¡Claro, cariño! —respondí con una sonrisa—. ¿Qué te gustaría hacer?
Mientras Inés se encargaba de poner la mantequilla en las tostadas, el resto de los niños comenzaron a aparecer, uno por uno. Las risas y las conversaciones animadas llenaron la cocina, creando un bullicio alegre que siempre me hacía sonreír.
Victoriano entró en la cocina, ya vestido y con una expresión de sorpresa. Su mirada encontró la mía, y sin decir una palabra, supo exactamente lo que había planeado.
—Buenos días, mi amor —dijo, acercándose a darme un beso en la mejilla—. ¿Ya estás en marcha?
—Buenos días, cariño —respondí, abrazándolo brevemente—. Solo quería comenzar el día con un pequeño festín para todos nosotros.
Mientras los niños se sentaban a la mesa, Victoriano se unió a nosotros, observando con una expresión de contento. La luz de la mañana iluminaba su rostro y, en ese momento, no pude evitar recordar cuántos días hermosos habíamos compartido juntos.
—¿Cómo van las cosas en la empresa? —pregunté mientras servía el café.
—Todo marcha bien —dijo Victoriano—. Hoy tenemos una reunión importante con el equipo, pero me siento tranquilo. Sabes que siempre disfruto de estos días en que podemos pasar tiempo con la familia.
Mientras los niños comían y charlaban sobre sus aventuras del día anterior, me di cuenta de que, aunque nuestras vidas estaban llenas de responsabilidades, estos momentos simples eran los que realmente hacían que todo valiera la pena.
Después del desayuno, salimos al jardín. El campo estaba en su máximo esplendor, con los caballos pastando pacíficamente y las flores floreciendo en todos los rincones. Nuestros nietos corrieron hacia los establos, emocionados por ver a los caballos, mientras Victoriano y yo nos dirigíamos hacia el granero.
—Siempre quise que nuestros hijos y nietos crecieran en un lugar como este —dijo Victoriano, tomando mi mano—. Este lugar es testigo de nuestro amor y de todo lo que hemos construido juntos.
—Yo también lo siento así —respondí, apretando su mano con cariño—. Nunca imaginé que nuestra vida sería así, pero me alegra que haya salido tan bien. Ver a nuestros nietos aquí, disfrutando de todo lo que hemos creado, es lo mejor de todo.
Mientras paseábamos, Victoriano me contó sobre los planes para la empresa y discutimos un poco las ideas que teníamos para mejorar la producción del queso artesanal. Nuestro trabajo juntos siempre ha sido una parte importante de nuestras vidas, y me encanta cómo seguimos compartiendo y soñando juntos.
Al caer la tarde, nos reunimos nuevamente con los niños y nuestros hijos. La Hacienda se llenó de la calidez de la familia reunida. La mesa estaba llena de comida casera, y las conversaciones fluían entre risas y anécdotas. Cada detalle, desde la decoración hasta los platos servidos, reflejaba el amor y el esfuerzo que habíamos puesto en cada aspecto de nuestra vida.
Uno de nuestros nietos, Álex, nos miró con curiosidad mientras cenábamos.
—Abuelos, ¿cómo se conocieron?
—Ah, esa es una buena historia —dijo Victoriano, sonriendo—. Inés y yo nos conocimos en un momento inesperado, y desde entonces, supe que era la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida.
—¡Cuéntanos más! —insistió la pequeña Inés, animando a sus hermanos.
Y así, entre risas y recuerdos, Victoriano y yo compartimos con nuestros nietos la historia de cómo nos conocimos y nos enamoramos. Era un relato lleno de momentos especiales, pero también de las pequeñas cosas que habían hecho que nuestro amor se volviera tan profundo y duradero.
Al final del día, cuando los niños ya estaban dormidos y la casa se había tranquilizado, Victoriano y yo nos sentamos en la terraza, disfrutando de la brisa fresca de la noche.
—Hoy ha sido un día maravilloso —dijo Victoriano, abrazándome—. Como todos desde que estamos juntos.
—Sí, ha sido perfecto —respondí, apoyando mi cabeza en su hombro—. No importa lo que pase, siempre estoy agradecida por cada momento que pasamos juntos.
Miré las estrellas en el cielo nocturno, y me di cuenta de que, aunque nuestros días juntos habían sido numerosos, cada uno de ellos seguía siendo tan especial como el primero. La vida que habíamos construido juntos era un testimonio de nuestro amor, y mientras estuviéramos juntos, cada día sería una nueva oportunidad para seguir amándonos y disfrutando de la vida.
Así que, mientras el mundo se dormía a nuestro alrededor, me sentí en paz, sabiendo que, a pesar de todo lo que hemos pasado, nuestro amor seguía siendo tan fuerte y profundo como siempre. Y, mientras el tiempo siga su curso, sé que seguiremos viviendo y amándonos en esta hermosa realidad que hemos construido juntos.
____
Cortito, pero me apetecía subir algo de ellos.
Siento que no será el último que os daré por parte de ellos, aunque la historia ya esté terminada...
Nos vemos.
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Felices; Años Después
RomanceLlevábamos ya cinco años casados y, no estábamos viviendo la vida que siempre habíamos soñado, estábamos viviendo una mejor, una muchísimo mejor. [...] Mi amor por ella no ha parado de crecer. No sé cómo me cabe todo lo que siento por ella en mi cu...