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Anahí bajó a la cocina en mitad de la noche, cuando todo estaba apagado y la gente estaba dormida. Llevaba solo una semana en aquella casa. Por las mañanas nadaba en la piscina, caminaba por el jardín o recorría los pasillos de la casa descubriendo todos sus secretos. Comía con Felipe cada día, Alfonso se pasaba solo cuando podía, pero todas las tardes le llevaba a hacer algo. Habían ido juntos al museo, al planetario, habían montado a caballo y habían ido a visitar la oficina en la que trabajaban ambos.

— Este podría ser tu despacho si quisieses —le había dicho Alfonso cuando habían llegado a su parte de la oficina—. Cómo ves el puesto está vacante y necesito una secretaria lo antes posible.
— No sé porqué insistes en que trabaje contigo. Ni siquiera acabé la carrera.
— Tómalo como si fuesen las prácticas. Puedes volver a estudiar mientras tanto si eso es lo que quieres.
— ¿De verdad?

Llevaba pensando en esa conversación desde el martes, cuando la había llevado hasta allí y le había insistido en que aceptase su trabajo. El viernes se levantó decidida a contestarle que sí, que aceptaba el trabajo, así que esperó ansiosa el momento en el que Alfonso entrase por la puerta para darle la noticia. Pero, aunque había dicho que la llevaría a la playa, no apareció en todo el día. El domingo estaba demasiado enfadada y decepcionada con él como para preguntar a Felipe porqué no había aparecido por allí, así que no supo de él hasta el martes, cuando apareció sonriente para comer, como si no hubiese desaparecido durante cuatro días. En ese momento había sido ella la que había desaparecido, diciendo que no se encontraba muy bien y que necesitaba descansar.

Cuando entró en la cocina se dirigió al frigorífico y sacó la leche que había allí. Después se echó cereales en un bol y los junto con la leche. Estaba empezando a comerlo cuando la puerta volvió a abrirse, asustándola.

— Tienes la mala costumbre de asustarme, y no me gusta.

Alfonso sonrió de lado mientras se acercaba a la encimera donde Anahí estaba apoyada.

— ¿Te sientes mejor?

Anahí apenas lo miró, pero lo hizo lo suficiente como para darse cuenta de que no llevaba camiseta y de que los pantalones de cuadros le quedaban estupendamente bien.

— Si —susurró, metiéndose otra cucharada de cereales en la boca.
— Me alegro. Apenas nos hemos visto hoy.
— Llevamos varios días sin vernos, no creo que haya cambiado mucho. Además, ¿qué haces aquí? Tenía entendido que vivías cerca.
— Hemos tomado un par de copas y a Felipe no le gusta que conduzca si bebo.
— Eso está bien.
— En realidad me quedo a dormir muchas veces, solo que no te has enterado.
— Te gusta beber entonces.

Se estaba mordiendo la lengua por dentro cada vez que hablaba. se moría de ganas por preguntarle dónde había estado esos días y con quién, pero no podía porque parecería que le importaba. Y nada más lejos de la realidad.

— No creo que tomarse una copa de vez en cuando sea un pecado, a ti te gusta comer cereales llenos de azúcar en mitad de la noche y nadie dice nada.
— Yo no...
— Bajas casi todas las noches, Anahí. Te escucho.
— Estos días no he bajado. Claro que no estabas aquí, así que tampoco podrías saberlo.

En realidad había bajado todos los días, porque lo hacía cuando estaba ansiosa, preocupada o triste, pero tenía que hablarle de su ausencia.

— He estado ocupado, ya sabes.
— Si, ocupado... Ya.

Bajó del taburete en el que estaba subida y el cuerpo de Alfonso quedó a centímetros del suyo. Sintió el calor que desprendía y deseó apoyarse en él, pero se contuvo antes de hacer el ridículo de aquella manera.

— ¿Estás celosa? —susurró, acercándose a su boca.
— ¿Celosa?¿Por qué iba a estar celosa?
— Lo parece...
— No estoy celosa —se adelantó, quedando a milímetros de él—. Estoy... Estoy cabreada. Me dijiste que me llevarías a la playa y ni siquiera apareciste. No has dado señales de vida en todo el fin de semana y vienes hoy como si nada. Me da igual que pases el fin de semana con la mujer que sea, pero no me digas que vas a hacer algo que luego no vas a hacer Alfonso.
— ¿Todo por no ir a la playa el viernes? —alzó una ceja, divertido.
— También iba a decirte lo que había decidido sobre el trabajo, pero ya da igual.

Hija ocultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora