La Princesa de la Tribu Norte

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Chieko sentía que se le congelaria hasta el alma. Odiaba el frío y ahí, en el medio del Mar Norte, entre glaciares y nieve era imposible escaparlo. Le gustaba la calidez constante de Zaofu y definitivamente no estaba acostumbrada a tanto viento helado.

A pesar de estar en uno de los muchos barcos de lujo de la familia Beifong, no la estaba pasando nada bien en el viaje. Llevaban navegando los últimos dos días y, con cada minuto que pasaba, peor se volvia todo. El hecho de que él señor Wing había puesto como condición acompañarlos, no le había gustado nada al señor Wei.

El Avatar aún no entendía muy bien que había pasado entre ellos, pero lo que sea que hubiera sido, era terrible ya que no habían dejado de discutir desde que zarparon. Los gritos eran constantes, y ya se habian ido a los golpes más de una vez. Chieko ya tenía dolores de cabeza de todo el alboroto.

Además de eso, el estar yendo a encontrarse con su futura maestra agua, la ponía muy nerviosa. Ella ubicaba perfectamente a la princesa de la Tribu Norte. La había visto millones de veces en la tele, dando discursos reales. Era literalmente la mujer más hermosa que había visto en su vida. Su cabello rizado sedoso y abundante, su boca fina y aterciopelada, su piel morena y de aspecto suave, sus pecas esparcidas por toda su cara, y sus ojos celestes brillantes y feroces. De solo pensar en ella, sus mejillas ardían. Era una mujer hermosisima.

Tenía miedo de llegar frente a ella y que sus circuitos dejaran de funcionar. De tropezarse y caer sobre sus sirvientes, tirando todo y haciendo el ridículo. De avergonzarse tanto que se le hiciera imposible hablar y comenzará a tartamudear como una estúpida. Era el Avatar, no podría dar esa impresión.

Y sin embargo, cuando finalmente llegaron a las enormes puerta de la Tribu Agua del Norte, su estómago se sintió caer. Se le hizo un nudo enorme en la garganta. Quería salir corriendo.

Se le fue el aliento cuando los dejaron entrar y pudo visualizar la ciudad en todo su esplendor. Era maravillosa. Todo estaba hecho completamente de hielo y nieve. Era simplemente fascinante.

Wing y Wei parecían haberse puesto de acuerdo en apreciar el lugar juntos en silencio. Estaban en el mástil, uno de cada punta, pero al menos no se peleaban y observaban la ciudad en paz. Chieko suspiró aliviada por los minutos de descanso, mientras el barco se acercaba cada vez más al palacio real. Embarcaron en el muelle de este, donde los esperaba una comitiva de guardias reales para dirigirlos con la reina y la princesa.

A la castaña comenzaron a temblarle las piernas. De solo pensar en la princesa, su corazón le latía con fuerza y rapidez. Sus manos le sudaban y sabía que su lengua se trabaria cuando le hablara. Ella no estaba lista para las formalidades que venían con conocer a la realeza, pues había crecido toda su vida en la calle. No tenía ni idea sobre modales básicos.

Los guardias los guiaron por un enorme salón de baile, que se encontraba apenas se abrian las puertas del palacio. Chieko supuso que los llevaban al salón del trono, pero ni siquiera sabía si era algo que realmente existía. Llegaron a unas puertas de hielo enormes, que abrieron con la fuerza de toda la comitiva.

Y allí estaban. La reina y la princesa. Cada una en un trono de hielo, desprendían un aura majestuosa. La reina tenía un cabello rizado y esponjoso, negro como la noche, con unos ojos marrones imponentes y unas pecas que surcaban su rostro pálido. Era extremadamente parecida a su hija, lo que sorprendió a Chieko. A pesar de ser la reina de la Tribu Norte y llevar las ropas tradicionales del lugar, la reina parecía una ciudadana de la Nación del Fuego estereotipica. En cambio, su hija era la típica imagen de una mujer de las Tribus Agua. Morena, de ojos azules y cabello negro, excepto por un curioso mechón de color blanco que le daba un aire misterioso.

- Con ustedes, sus Altezas Reales: la reina Shui y la princesa Yuiuk.- anunció un guardia real.

Chieko vio como Wing y Wei hacían una reverencia, así que ella los imitó. Escuchó una leve risa.

La Leyenda de ChiekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora