Capítulo catorce.

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-El jugador Justin Bieber ha estado saliendo con su madre y con una chica misteriosa. -En la pantalla desapareció el presentador y apareció fotos de nosotros tres en el parque. -¿Sabéis el nombre de ésta chica tan hermosa y qué le ha robado el corazón de nuestro querido jugador?

-No lo sabemos, Eduardo. -Comentó la chica que tenía al lado después de desaparecer la foto.- Pero lo que si sabemos es que él le acompañó hasta su casa y se despidieron como un príncipe y una princesa. -Otra foto de nosotros en mi casa apareció. Volteé los ojos enfadada.- Cuando sepamos algo más de ésta adorable pareja, os informaremos. Estaremos pendiente de todo lo que hace el famoso jugador, Justin Bieber.


Apagué la televisión y tiré el mando por los aires. Mi padre apareció de repente, supuse que estaba detrás del sofá, y agarró el mando antes de que se cayera al suelo. Suspiré desinchandome y me recosté en el sofá. Estaba más aburrida que un caracol.


-Me aburro. -Gruñí apretujando mi cabeza contra un cojín.

-Cómprate un burro. -Gritó mi padre desde algún punto de la casa.

-¡Dame dinero porqué no tengo! -Grité a través del cojín cuadrado negro.

-Ponte a trabajar y te lo compras. -Gritó de nuevo.


Gruñendo, tiré el cojín por los aires. Arrastré mi cuerpo hasta la cocina donde misteriosamente no había nadie. Abrí la nevera y deslicé el cartón de leche por mi boca. Puse una mueca de asco: estaba demasiado fría para mi gusto.

Cerré de golpe la puerta y me deslicé por las escaleras hasta mi habitación. Había una luz clara que entraba por la ventana y una pequeña brisa: era eso lo que más me gustaba del verano, hacía que me sintiera tan bien, me relajaba, me hacía pensar y sonreír. Pero en este momento quería tirarme por la ventana si así me quitaba el aburrimiento.

Me senté encima del alféizar y observé a mi madre que con un peto viejo, una camiseta de cuadros, gorro de paja y guantes y botas grises (tenía pinta de campesina) como regaba sus plantas y hortalizas.

En ese momento, alzó los ojos hacía amí, como si supiera que estaba pensando en ella. Se cubrió los ojos con los guantes y me observó por unos segundos.


-¿Qué haces ahí arriba? ¿Quieres matarte? -Gritó.

-¡ME ABURRO! -Grité también.

-Haz algo productivo. -Dejó la manguera a un lado y se acercó a la ventana.

-Baja y ayúdame. ¡Venga! -Me animó con sus manos a bajar.


Volteando los ojos me bajé de la ventana y me dirigí al armario de donde saqué unos shorts viejos, una camiseta deuna promoción vieja de una cerveza y me puse unos tenis viejos. Recogí mi pelo en un moño mal hecho y bajé corriendo las escaleras. Le dí la vuelta a la casa porque fui tan lista de no salir por la puerta trasera, y me acerqué a mi madre.


-Aquí me tienes. -Dije sin ganas.

-Vaya, pensé que no vendrías. -Dijo sin levantar la vista.

-¿En qué quieres que te ayude? -Coloqué una gorra sobre mi cabeza.

-Traéme una regadera pequeña que hay en el trastero.


Bufando, caminé lentamente hasta la puerta que había al lado de la puerta trasera de la casa y cogí de un estante una regadera verde casi turquesa. Salí de la casa cuando mi teléfono móvil empezó a sonar en el bolsillo trasero de mis shorts. Le entregué la regadera a mi madre con su mirada desafiante clavada en mi.

Game Over. {Justin Bieber}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora