POV: CLARISSA.
Durante mucho tiempo he sabido que el corazón es un órgano autónomo cuya función además de mantenernos vivos es impulsarnos a vivir una vida mejor a la que siempre se nos es prevista. Algunas veces miraba las cosas que rodeaban mi vida ahora y me era inevitable pensar en todos los eventos desafortunados que me trajeron hasta este momento; hasta este lugar. Algunas veces me arrepentí de mis decisiones o de la manera en que las cosas habían sucedido, pero si de algo estaba segura era que finalmente todo el esfuerzo que por años me había quitado el sueño hoy lo podía ver reflejado en la sonrisa de mi madre y mi abuela.
El tratamiento de mi abuela la estaba ayudando a tener una mejor calidad de vida. Tenía setenta y cinco años y lo que yo anhelaba era que ella pudiese vivir todo el tiempo que fuera necesario para poder retribuirle todo lo que había hecho por mí y por mi madre. Recibía su tratamiento en una de las mejores clínicas de República Dominicana con atención medica de la mejor calidad. Quería que ella y mi madre estuviesen bien y, por eso, a pesar de estar casada con Jonathan no había dejado de trabajar ni un solo día. Trataba de hacer mi labor como el primer día, demostrando que podía ganarme mis propias cosas a través de mi trabajo y no solo porque la persona con la que ahora estaba casada tenía un alto poder adquisitivo.
Una leve turbulencia agitó mi cuerpo y me despertó de mi ensoñación. Estábamos por aterrizar en Nueva York, luego de casi tres semanas en un pequeño pueblo de Colombia lo que más anhelaba era poder llegar a casa. Jonathan seguía dormido, era poco lo que había descansado en los últimos cuatro meses, el trabajo durante este tiempo se había duplicado. Sin embargo, estos habían sido los tres meses más increíbles de toda mi vida. Todo parecía perfecto, mi familia, mi relación, mi trabajo. Todo lo que una vez sentí que la vida me estaba arrebatando poco a poco, ahora me lo devolvía con fuerza y de la mejor manera. Terminé de llenar unos documentos para la exportación de las esmeraldas cuando vi que la cabeza de Jonathan se estaba moviendo.
—Dime por favor que ya llegamos —murmuró mientras movía poco a poco su cabeza.
—No, pero en veinte minutos estaremos aterrizando —le comuniqué y segundos después se escuchó el anuncio del piloto.
—Dios, recuérdame enviar a Shawn la próxima vez. Extraño con locura mi cama.
—No fue para tanto, me gustó mucho estar ahí. Demasiado frío para mi gusto, pero me gustó —comenté recordando los paisajes tan bonitos del lugar.
—¿Cómo dijiste que se llamaba el pueblo? —inquirió ladeando su cabeza.
—Tunja, se llama Tunja. Agradécele a Durán de mi parte, pero que a la próxima nos avise que estaremos expuestos a tanto frío.
Estábamos a nada de entrar al semestre de productividad más alto de la esmeralda por lo que se esperaba poder distribuir la roca a la mayor cantidad de casas joyeras del país, y adicionalmente entrar al mercado internacional. Era un contrato multimillonario y nuestra labor era mantener un nivel que nos permitiera sacar las ganancias de la inversión. Por esa razón habíamos ido nosotros mismos para evitar que se nos escapara ningún detalle. Habían sido tres maravillosas semanas, pero también era genial poder regresar a casa. Pasados los veinte minutos el avión finalmente aterrizó en el hangar. La brisa fría del otoño acarició mi rostro, ante mis ojos estaba la jungla de concreto que nos acogía una vez más.
Estábamos a mitad del mes de noviembre y debíamos a comenzar a tramitar las vacaciones de los empleados. Crystal se encargaría de eso puesto que en diciembre las únicas personas que trabajaban eran las de logística y ventas y aún no contábamos ese personal. Me encargaría de ello la siguiente semana, por ahora lo que necesitaba era dormir. Me acurruqué contra las costillas de Jonathan, y tomé una corta siesta en lo que llegábamos a la mansión. Nos habíamos mudado a la mansión a petición de su madre quien se había marchado a Malta unos días después de su cumpleaños, ya que deseaba llevar la contabilidad del nuevo complejo hotelero. Venía cada que podía, pero le gustaba mucho la vida que se llevaba en aquel lugar.
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A término indefinido©. [+18]
ChickLitClarissa Jones se mudo a los 18 años a la gran ciudad de Nueva York motivada a cubrir el tratamiento su abuela. Ha tomado cada trabajo que tocó su puerta, pero durante dos años ha sido una secretaria más del Emporio joyero mas grande de todo Estados...