31. ESTE EXTRAÑA COSA QUE AHORA NOS CONSUME A LOS DOS.

45.1K 3K 326
                                    

POV: CLARISSA.

No me desagradaba la lluvia, me gustaba escuchar el sonido de las gotas impactar en la ventana, o ver la forma en la que el agua escurría en los cristales. Sin embargo, algunas veces y más cuando se mostraba tan feroz como lo había hecho la noche anterior, la lluvia evocaba en mi mente los recuerdos de la tragedia que impactó a nuestra familia. Tenía vagos recuerdos del momento y pocos hablábamos sobre eso. Fue en 2004, mi madre y yo habíamos decidido visitar a familiares en una pequeña ciudad costera de Puerto Rico. Era verano, por lo que se esperaba que el tiempo fuera bueno. Todo estuvo bien hasta que el fin de semana llegó, ese día habíamos ido a la playa y pensábamos pasar más tiempo allí, pero a las tres de la tarde se escucharon las primeras sirenas.

Una tormenta se avecinaba y el riesgo era alto, por lo que todos debíamos volver a nuestras casas. Mi madre y yo pensamos en irnos, pero estábamos a unas horas de distancia de nuestra ciudad y las cosas no pintaban bien para una ciudad costera. No le dimos importancia y aunque todos estábamos un poco asustados, tratamos de pasar una tarde igual a las demás. Las primeras gotas de lluvia impactaron a las seis de la tarde, pero a medida que el tiempo pasaba el clima no parecía agravarse. Todos nos relajamos y agradecimos que aquello no hubiese sido tan grave como se anunciaba. Sin embargo, ese fue nuestro primer error de la noche.

A las doce de la media noche comencé a escuchar el viento soplar con fuerza, veía cómo las ventanas se retorcían a punto de quebrarse, y no pasó mucho tiempo para que estas lo hicieran. Mi madre me tomó en brazos, teníamos que salir de esa casa antes de que el mar arrasara con ella. En las playas algunas casas están construidas sobre pilares para evitar que el nivel del mar las alcance cuando la marea sube. Era peligroso, todos lo sabían, pero casi nunca ocurrían tormentas como esas. Veía a mi tía agarrar a mis primos y correr fuera de casa. Todo era un caos, aún recordaba los gritos, los pedidos de auxilio y la manera en la que su casa parecía derrumbarse. Mi tío nos ayudó a salir a todos y junto a él lo hacía su hijo mayor, Luis.

Algunas veces recordaba a Luis, tenía diecisiete años, le gustaba surfear con sus amigos y tenía una novia llamada Kathy. No hablábamos mucho, pero le gustaba molestarme debido al frizz de mi cabello. Luis quería ser beisbolista y pasaba el mayor tiempo dedicándose a practicar y jugar. Luis había discutido esa noche con mi tío, pues este no lo quiso dejar ir a una fiesta por motivo de la tormenta que se avecinaba, y tuvo que quedarse en casa debido a ello. Algunas veces me preguntaba si él ahora estaría vivo, si sería una estrella del béisbol, o si seguramente su destino sin importar el lugar hubiese sido el mismo. La casa fue tumbada debido a la fuerza de la tormenta y la poca estabilidad de aquellos cimientos devorados por el tiempo y el salitre. Luis fue arrastrado por el mar mientras intentaba salvar a sus hermanos menores y a sus padres.

Durante días siguientes las autoridades de la zona buscaron cuerpos que, al igual que el de Luis, fueron desaparecidos por el huracán que azotó uno de los pueblos costeros de Puerto Rico. La pena sumió nuestra familia, su cuerpo nunca fue encontrado y mis tíos tuvieron que sepultar un ataúd vacío. Durante mucho tiempo lo imaginé llegar a casa, diciendo que había resultado en una isla desierta y había tenido que construir un bote para poder volver. Que seguramente había logrado llegar a la costa de Cuba o Miami y tenía una mejor vida ahí. Pero eran simples fantasías de una niña que no soportaba ver a su abuela o su madre llorar ante la noticia de que aquel joven nunca volvería a aparecer.

—Queridos pasajeros, estamos próximos al aterrizaje. —El piloto del jet me sacó de mis pensamientos.

Había sido un largo viaje en silencio. Jonathan se había ocupado con algo de trabajo y yo quería descansar un poco después de la noche sin dormir que ambos habíamos pasado debido a la tormenta. En Malta no hubo daños significativos, ni tampoco vidas perdidas. Tuvimos que esperar unas cuantas horas más para asegurarnos que el tiempo estaba despejado y que podíamos volver a Nueva York. Me alegraba, a pesar de todo, volver a casa y retomar mi tranquilidad. Quería estar en mi departamento, dormir todo el día y luego levantarme para hacer un sándwich improvisado con jamón y un poco de mozzarella. Estaba preparando mis cosas cuando Jonathan se acercó al segundo compartimiento.

A término indefinido©. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora