He pasado mayor parte de mi vida enamorada de la soledad, no, no enamorada... Me han impuesto la soledad. Largas noches de vela imaginando qué habrá más allá de la ventana, o si valía la pena saltar de ella.
Amaba las historias en la pequeña TV, por...
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No empatizo contigo,
no empatizo contigo, no,
porque yo nunca me trataría tan mal
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Billie Eilish – Happier than Ever
- ¡Baja eso!
- No - Respondo corriendo del alcance de Kit. ¿Por qué era tan malo jugar con mis poderes? Varios objetos y comida volaban por la casa, acelerando sus movimientos cuando trataba de huir de Kit – Si me sigues haciendo correr, esto empeorará. ¿Qué tiene de malo que juegue un poco?
Su mano se estampa contra su cara cuando un sándwich cayo del techo justo delante de sus pies.
- Eso – Responde simplemente.
- No es para tan – Un grito fuera de la casa me interrumpe. Un grito que haría temblar a cualquiera demostraba todo el miedo en el cuerpo de esa persona y por la mueca de mi acompañante sé que fue lo suficiente alto como para molestar sus sensibles oídos – to – Termino chocando miradas con el y con una decisión silenciosa salimos de la casa, escuchando a nuestra salida todo caer al suelo, encojo mi cuerpo – Uy, olvidé eso. – Le sonrío ignorando su gruñido.
Con solo posar un pie fuera de la casa se puede percibir el hedor a sangre, por todos lados, trago saliva, ¿Qué rayos está pasando aquí? Comienzo avanzar analizando los alrededores y de unas 3 casas mas abajo sale un hombre ensangrentado gritando por ayuda. Sin dudarlo avanzo a su rescate, su mano se extiende a mi alcance y justo antes de tomarlo soy arremetida por una gran fuerza, que me envía al otro lado, chocando con la valla de una casa.
Suelto un quejido escuchando al fondo la voz de Kit llamarme.
- Idest- La señora Olivia me llama desde una ventaja, haciendo señas desesperada - ¡Nos atacan! ¡Los monstruos nos atacan!
Señala a unos pasos de donde estaba, y corriendo a gran velocidad un gran hombre mitad lobo corría a mí, todo en si demostraba que estaba listo para atacar, para destrozar a su presa, a mí. Aunque su postura era de ataque, sus ojos no transmitían lo mismo, sus ojos gritaban una ayuda silenciosa que no podía identificar si era real, pero allí estaba. Sus garras se extendieron y el hedor a sangre incrementó.
