02. Las niñas con lazos color azul

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Mansión familiar Kim, Seúl, Corea del Sur

Lunes, diecisiete de agosto de 2015

"Maiorum gloria posteris quasi lumen est" 

"Maiorum gloria posteris quasi lumen est"

"Maiorum gloria posteris quasi lumen est" 

No importa cuanto lo intente, no encuentra un solo espacio, dentro de esa inmensa mansión, que no tenga esa frase escrita. Debajo de los retratos familiares, entre el bordado de un cojín, en el tapiz, en las chapas de las puertas, entre en las arañas de cristal, tallado en los muebles... Años atrás era divertido intentar encontrarlos, pues la mayoría son muy inusuales y pasan desapercibidos si no prestas la atención necesaria, pero conforme crecía notaba la verdad oculta en ellos y el sentimiento de asfixia aumentaba.

Son recordatorios de quiénes son y deben ser. 

Si no son los ojos vigilantes de la familia o la servidumbre, es el lema. No hay un solo lugar donde se pueda sentir segura. Es aterrorizante en ocasiones, sobre todo cuando el mas mínimo pensamiento en contra de alguna orden o de disgusto ante las opiniones familiares cruza su mente, porque siempre hay una advertencia cerca para que no se atreva a desobedecer.

Desconoce a quién se le ocurrió aquel método como parte del adoctrinamiento, quiere decirle que es brillante y también que ojalá no descanse en paz cuando muera, si es que no lo ha hecho ya, y espera sea así.

—Señorita, el almuerzo será servido en veinte minutos —dice una sirvienta, luego de tocar la puerta.

No responde, pues sabe que la mujer se ha ido. Todos los criados son así, comunican lo encargado y se van, muy rara vez siquiera contestan preguntas, y si lo hacen es de manera cortante para que no insistas. Su hermano, hace años, le dijo que tienen prohibido entablar algún tipo de relación con la familia, porque "se les paga para trabajar, no para que sean nuestros amigos", y se lo toman al pie de la letra ya que no quieren quedarse en la calle. Y si lo piensa, no exageran, cada cierto tiempo despiden a los pocos sirvientes, usualmente los recién contratados, que se atreven a ser amables con alguien de la familia.

De pie frente al espejo, analiza su aspecto en búsqueda de algo que pueda incomodar, y aunque no encuentra nada, a excepción de ella misma, acomoda su vestimenta y peinado dos veces antes de salir de la habitación. 

En el pasillo se cruza con su hermano, y verlo después de semanas le provoca alegría. Lo ha extrañado mucho, desde que se mudó pocas veces viene a la mansión de no ser necesario, es decir reuniones familiares (donde juzgarán, cual tribunal, la posible desobediencia de alguno de ellos) o celebraciones (en las que nadie celebra porque están mas concentrados en aparentar ser la unida y perfecta familia que tanto promulgan). Trabaja muy duro para llevar adelante la corporación y traer honor a la familia, no por nada es el favorito después de Gongmyung, aunque en su opinión, él debería ser primero, su otro hermano no se esfuerza ni la mitad.

A veces no entiende qué es lo que en verdad aprecia la familia.

—Doyi, que bueno verte —lo saluda y al acercarse es envuelta en un breve abrazo. El conocido y costoso perfume en su ropa le recuerda que todavía tiene a alguien que la quiere y eso le brinda calma a su corazón. —Esta vez no me avisaste que saldrías de viaje, me habría gustado acompañarte —pucherea.

—Te habrías aburrido. Te conozco, ovejita, no te gusta quedarte sola en hoteles y tampoco ser parte de cenas corporativas —responde, dando un pellizco suave a su nariz mientras sonríe, causando que ella lo haga también. —Tuve que hacer un mini tour para reunirme con posibles socios y supervisar el funcionamiento de las sedes, además de encargarme de ciertos asuntos que te contaré cuando sea el momento adecuado.

Los adorados secretos de Kim DoyoungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora