One Shots ShunxJune

Viaje a Japón

—Mamá dice que soy un total problema, dice que no tengo ninguna solución, y que moriré sola.

—Probablemente —Contesta su hermano pequeño con total desinterés. 

—No me ayudas en nada Hyoga.

—¿Qué quieres que te diga?  Soy demasiado jovén para comprender tus problemas de adulta.

—Que grosero eres —Regañó ella. —Se supone que los hermanos son para apoyarse.

—Exactamente, se supone, pero en nuestro caso tu eres catorce años mayor que yo, no sirvo para darte ningún consejo de adultos.

June maldijo aquel día en el que su mamá llegó con un niño de dos años a casa. Pensó que con ella era suficiente, pero su madre no pensaba lo mismo; según ella tal vez Hyoga le haría compañía. Era una completa estupidez, ya después de haber pasado toda su infancia como hija única ahora le tocaría ayudar a cuidar un mocoso antipático. Ella nunca había llegado a la casa con un señor para decirle a su madre "Oye mamá ya que llevas casi toda la  vida soltera mira lo que te he traido". A pesar de eso, debía admitir que amaba a su hermano.

Él pequeño ruso se había adaptado rápido a su nuevo hogar, y claramente al país. ¿Acaso a su madre le gustaba coleccionar niños de diferentes países? Ahora tenía un hijo ruso y una hija  etíope. ¿Qué faltaba? ¿Nietos japoneses?. Ella rió internamente ante la absurda idea. No creía nunca involucrarse con un japonés.

Ella también era adoptada, eso siempre lo supo a pesar de haber sido adoptada a una edad más temprana que la de su hermano.

Miró hacia el techo por unos cuantos segundos. Había tenido una pequeña discusión con su madre sobre su futuro y la familia.

Según ella ya era momento de que formara su "propio nido". Una de las cosas que le recalcó es que no estaba muy lejos de llegar a los treinta años. Y bueno... Ningún noviazgo muy duradero. Solo un chico con el que salió durante dos años, pero al final ninguno de los dos buscaba una relación de toda la vida.

Realmente no le disgustaba la idea de formar una familia, pero no pensaba hacerlo en ese momento, sin embargo a su madre le urgían nietos.

La mujer había intentado presentarle diferentes candidatos, como si fuera para poco, eligió minuciosamente hombres de diferentes nacionalidades. Primero le presentó un francés; muy aburrido para ella. Oh, y recordar aquel brasileño que bailaba a más no poder.

Y luego siguió un canadiense carismático, pero con pinta de infiel, después un español, un chileno e incluso un afgano. ¿De dónde su madre conocía tanta gente?

Preguntas que no la dejaban dormir. Y que simplemente no conseguiría respuesta hasta dentro de unos años con suerte.

—Oye enano.

—No me digas enano —Habló molesto.

—Puff, como sea. Dile a mamá que no pude despedirme de ella porque tuve algunos inconvenientes —Él arqueó una ceja, estiró una mano esperando el pago de su silencio —¿Alguna vez podrías quedarte callado sin pedir nada a cambio?

—No es mi culpa que tu vengas a contarme todos tus problemas, bien podrías quedarte en tu departamento e irte —Ella resopló cansada, su cartera sin duda también lo estaba.

Suspiró, sacó su cartera para darle cincuenta dolores, mínimo aquel chiquillo le sacaba doscientos dólares por su silencio al mes, pero claro, a ella siempre se le ocurría ocuparlo como terapia, a ese avance le salía más barato un psicólogo.

—Cuidalo, que es lo último que te doy en dos semanas.

—¿Tanto vas a tardar? Yo pensé que solo irías por tres días o tal vez cinco como lo hiciste cuando fuiste a Texas.