Prohibido

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El santo de virgo subía con prisa los escalones del último templo una vez llegó a la sala del patriarca inmediatamente se arrodilló.

—Shun, ¿Qué te trae aquí? —preguntó Athena.

—Quería pedir permiso para visitar el pueblo.

—¿No crees que lo visitas muchas veces? —habló Shiryu, el ahora patriarca del santuario.

—Solo quiero comprar algunas cosas para mi cuidado personal.

Que mentira.

—Puedes mandar a cualquier soldado de rango inferior —dijo cortante.

—Déjalo Shiryu, a veces es bueno salir del templo ¿No es así, Shun? —él asintió. —Tienes mi permiso.

—Gracias, Saori.

—Athena —Corrigió el ex Dragón. —Tienes que decirle Athena —Su amigo solo asintió apenado. —Ya puedes retirarte Virgo.

Una vez le regaló una última sonrisa a la pelilila el joven se encaminó a su templo.

¿Desde cuando Shiryu se había hecho tan reservado? Se preguntó camino a su templo.
Ya habían pasado diez años desde que los ascendieron a santos de oro, todos habían madurado. Había ocasiones en las que extrañaba los viejos tiempos, bueno, solo convivir con sus hermanos, fuera de eso no extrañaba para nada las guerras.
Diez años de paz en los que Shun pudo reencontrarse con June, los dos iniciando una relación secreta hace unos cuatro años.

Si Athena debía mantener su castidad entonces todos los de su gremio debían seguirla.
Ese era el pequeño secreto de Shun. El ya había roto esa regla, bueno, junto con el santo femenino de Camaleón.

La primera vez los dos tenían tantas inseguridades, pensaron que si lo intentaban solo una vez la idea de hacerlo de nuevo se iría por completo. Cuán equivocados habían estado. Una vez se probaron no pudieron dejar de hacerlo. Cada uno se había extasiado del cuerpo del otro, sus cuerpos encajaban tan perfectamente que ninguno quería que fuese la última vez.

Cada que Shun tenía el permiso de la diosa se quitaba la armadura y bajaba al pueblo solo para reunirse con June. Se había vuelto un adicto a sus besos, sus caricias, su voz, su sonrisa, sus miradas, sus risas. Adicto a todo su ser.

Habían cometido el delito de enamorarse, no sabían cuánto tiempo duraría, puesto que la posibilidad de ser descubiertos era alta.

Una vez que pasó su templo sintió un escalofrío en cuanto llegó a la entrada del templo de Leo.
Trató de ser lo más silencioso posible con intenciones de que su hermano no se percatara. No quería que los demás santos se percataran tanto de sus salidas, aunque prácticamente era imposible.

Justo cuando estaba por salir una voz lo interrumpió.

—¿A dónde vas, Shun? —Habló Ikki.

—Al pueblo.

—¿Otra vez? Es la segunda vez en el mes que vas.

Y cuánto desearía que fueran treinta o treinta y uno.

—Necesito unas cosas —Contestó en seco.

—¿Puedes traerme unas provisiones?

—Llevo prisa. Si ya tienes la lista en mano dámela.

—Espera un momento, ahora te la doy.

Shun se quedó esperando unos cuantos minutos, eso hasta que su hermano salió y le entregó la lista.

—Tardaré un poco.

—No importa, no tengo prisa.

El peliverde empezó a bajar los escalones, siendo seguido por la mirada intrigada de su hermano mayor.

One Shots ShunxJuneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora