Capítulo 01.

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Un sabor amargo me llenó la boca cuando pude notar las camionetas aparcadas a unos metros del muelle. Hay un total de diez gorilas en traje esperándome en su lugar.

Me coloqué al final de la fila, retrasando lo más que puedo el tener que bajarme del crucero que me dio paz y tranquilidad durante dos meses. Ese que me hizo mantenerme lejos de la vida de mierda que tengo que aguantar todos los días.

Todo lo bueno tiene que acabar.

Forcé una sonrisa cuando una niña de algunos seis años, tiró de mi pantalón con la intención de atraer mi atención.

―¿Las serpientes son reales?

Señaló mis aretes.

―Sí. Y les gusta comer niñas con vestido azul.

Ella lleva un vestido azul.

El niño a su lado retrocedió, completamente asustado.

Pero ella no.

Qué va, tampoco creo que sea tan estúpida como para creerse lo que dije.

―Yo quiero una. ¿Te duele cuando las pones en tus orejas? ―Cuestionó, pareciendo verdaderamente interesada.

―Sí, me mordieron muchas veces porque se molestaron conmigo.

―¿Y por qué se molestaron? ¿Hiciste algo malo que las hiciera enojar?

Ah, sí se lo creyó.

Ladeé la cabeza.

―¿Luzco como alguien que hace cosas malas?

Asintió.

―¿Y cómo es que llegaste a esa conclusión? ―Pregunté, cruzándome de brazos.

―A las personas que hacen cosas malas, no les brillan los ojos ―Me señaló con su pequeño y delgado índice―. Tus ojos no brillan.

Me puse de cuclillas lentamente para estar a su altura.

―¿Y no te asusta hablar conmigo? Soy una mala persona.

―Dije que haces cosas malas, no que eres mala persona ―Suspiró.

Sus ojos oscuros enfocaron los míos.

―Solo las personas malas, pueden hacer cosas detestables.

―No. Hay personas buenas que también pueden lastimar, hacer cosas malas ―Se encogió de hombros―. Mi papi es bueno conmigo, pero ha hecho cosas malas. Estuvo en la cárcel.

―¿Y con él aprendiste todas las cosas que mencionaste?

Asintió.

―¿Cuántos años tienes? ―Ciertamente, es algo que me genera cierta curiosidad.

―Siete.

Para ser tan pequeña, sus pensamientos no son para nada infantiles.

Es inquietante.

―Bueno, pequeña, puedes decirle a tu padre que está criando a una niña muy inteligente. Eres por mucho, la niña más interesante que he conocido en mi vida.

Levanté mi dedo para tocar su nariz.

Me llevé las manos a mis orejas para quitar ambos aretes, después tomé su mano y los deposité sobre ella.

―Espero volver a verte en algunos años. Tengo curiosidad sobre el tipo de mujer en la que te convertirás. No me decepciones.

Las comisuras de sus labios se alzaron en una pequeña sonrisa.

El juego de Lucifer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora