Capítulo 30.

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Capítulo 30.- Sin pecado concebido.

Pd. No olviden votar y comentar.
Lamento los errores, me dio flojera corregir la verdad jaja :p

Me removí en mi cama cuidadosamente a causa del dolor que no dejo de sentir. Abrí los ojos con rapidez al sentir el espacio vacío a mi lado.

Él no estaba aquí.

Me senté sobre la cama y hundí las cejas. Giré un poco para mirar la hora en el reloj de la mesa junto a la cama y pronto me di cuenta de que era casi medio día.

Dormí demasiado.

Bajé con cuidado y fui al baño a lavar mi rostro.

Al mirarme al espejo noté que afortunadamente el único golpe que tenía en él, era el cercano a mi labio. Podría inventarme una excusa para ese golpe.

Pronto salí del baño y me dediqué a bajar las escaleras para buscarlo.

―¿Capitán?

No obtuve respuesta.

No había ni un solo ruido.

Pff.

Se fue.

Caminé con rapidez a la puerta cuando vi una notita pegada en ella. La tomé y la leí.

"Tu auto está en tu cochera.

Café en la cafetera.

Sultán está despierto y mejorando".

Son oraciones rápidas pero claras.

Sultán está mejorando.

Suspiré de alivio.

Aun así, quería verlo con mis propios ojos.

Subí con rapidez para cambiarme y arreglarme. Sobre todo, para cubrir esa herida en mi cara. Un rato después estuve lista, así que tomé una nota en blanco y escribí en ella.

"Estaré fuera unos días.

Cuida de Sultán".

Una vez que la pegué en la puerta, me puse en marcha para salir e ir en busca de mi auto que efectivamente, se hallaba dentro de mi cochera.

Tal vez envió a una grúa por él.

Pronto estuve conduciendo hasta llegar a la veterinaria en la que se encuentra mi perro. Al llegar, me acerqué a la recepción y le brindé un asentimiento de cabeza a la asistente.

―Buen día ―le dije―. Vengo a ver a mi perro.

―Buen día ―me regresó sonriente―. El dóberman de la cirugía de emergencia de anoche, ¿cierto?

―Sí.

―Ya mismo sale el médico.

Asentí y agradecí en tono bajo antes de que ella fuera a buscar al médico que realizó la cirugía de Sultán la noche anterior.

―Señorita Feramore, buenas tardes ―me saludó una vez que salió de uno de los consultorios―. Acompáñeme por favor.

―Buenas tardes. Claro, lo sigo.

Lo seguí hasta una puerta que llevaba escrita la palabra Hospitalización. La empujó y pronto estuvimos en un área llena de jaulas que estaban acolchadas y separadas, lo que las hacía ver lo suficientemente cómodas para todos los animalitos malheridos y enfermos que estaban dentro de ellas.

Algunos tenían sueros. Entre esos Sultán.

Él estaba en las primeras, ocupando tres jaulas juntas ya que es un perro enorme y necesita más espacio.

El juego de Lucifer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora