Día 8: 𝕰𝖘𝖙𝖗í𝖆

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Un embarazo traía cosas bonitas y cosas no tan bonitas –desde el punto de vista del rubio–, y es que Danny siempre supo que si había algo con lo que tendría que lidiar constantemente durante su embarazo eran los cambios que su cuerpo iba a tener.

Várices, hinchazón, y la que más odiaba: las estrías.

No le gustaba andar enseñando su piel más de lo necesario –no lo mal entiendan–, no era inseguro de su cuerpo, porque esos pantalones y camisas que se ponía antes del embarazo remarcaban muy bien sus atributos. Pero tampoco le gustaba ser como Steve que a la primera oportunidad se quitaría la playera y que todos lo vieran.

No.

Ahora, enfrente al espejo notó que las estrías eran mucho más notorias, en sus pectorales y en la piel de su vientre. Eran rojizas.

Sus dedos delinearon cada una de ellas, sintiendo el relieve. Lo peor es que muchas veces la comezón no lo dejaba tranquilo.

Desde hace un par de días evitaba el contacto de Steve, a menos que tuviera ropa encima. Y cuando el marine preguntaba sobre ello, él simplemente ponía alguna excusa barata, terminando por huir.

Todos los días, Danny intentaba convencerse a sí mismo que él amaba su cuerpo porque almacenaba a su monito. ¡Dios sabía que lo intentaba!

—¿Danno?

Rápidamente se cubrió con una playera holgada y fingió estar acomodando la ropa en el closet cuando sintió unos brazos rodearlo.

Desde la puerta, el moreno veía como se movía el rubio por la habitación, si había algo que le gustaba demasiado a Steve del embarazo de su detective eran las rondas de sexo que tenían constantemente, claro que el lugar, la posición y la manera en que lo hacían fue cambiando conforme el embarazo iba desarrollándose.

—¿Qué haces? —Rio divertido el detective cuando la barba del comandante le causó cosquillas en su cuello. —Steve~ basta.

Las manos del mayor empezaron a masajear sus pectorales abultados por encima de la ropa, mientras depositaba suaves besos en su cuello. Provocando gemidos y jadeos del rubio.

—Oh Danny —El rubio recargo su cabeza en el hombro del comandante mientras dejaba que este depositara besos por su cuello y rostro.

Las manos de Steve bajaron a los pantalones deportivos de su novio, y metió una mano en sus boxers y comenzando a estimular su semi erección. Por otro lado, el menor se restregaba contra la pelvis del moreno.

En ningún momento el detective permitió que su novio le subiera o le quitara la playera, comenzando a incomodar al comandante.

—Danno, déjame quitarte la playera, por favor —suplicó.

Danny lo ignoro.

—S-Steve... Te necesito. —El detective se volteo entre los brazos de su novio y lo fue empujando hasta la cama, hasta ponerse a horcajas. —Vamos, dejemos los juegos.

—Bien, pero la playera se va —El mayor intentó volver a quitársela, el rubio sostuvo sus manos con fuerza.

—No lo creo.

El comandante se recargó en sus codos y lo miró con el ceño fruncido.

—Danno, ¿qué esta sucediendo? ¿Qué me ocultas? —Viendo cómo las manos de su chico estaba puestas en su pecho, en un intento de empujarlo si era necesario.

—¡No te estoy ocultando nada! —Se zafó y comenzó a vestirse.

—Danno, ya basta. ¿Qué sucede? Desde hace varios días que me evitas, evitas mis toques, evitas mis caricias. Ya me harté.

—No me sucede nada ¿Si?

El rubio sintió como las emociones lo sobrepasaban, y también se sentía demasiado triste y nervioso, por lo que sin mirar de nuevo al moreno se encerró en el baño comenzando a llorar.

—Danno... —Susurró inquieto el marine al oírlo llorar —Abre la puerta y hablemos ¿quieres?

—¡No! ¡Vete, Steve!

—No me iré, por favor... Hablemos.

—No quiero que me veas —Sollozó. Sin soportar más tiempo el comandante buscó la llave de la puerta del baño y la abrió delicadamente, encontrándolo acurrucado en una esquina, con su mano protegiendo recelosamente su vientre.

—Cariño, ven acá. —Steve se sentó a su lado y lo abrazó con fuerza. —No te alteres.

Danny se acurrucó entre el calor que los brazos del moreno le proporcionaban, ayudando a calmarse. El comandante dejaba pequeños besos en su coronilla y junto su mano con la de Danny en su vientre.

—Todo esta bien.

—No, no lo está... Mi cuerpo ha cambiado, han aparecido estas horribles... —Hizo movimientos intranquilos con las manos —Estrías, y no sé... No quiero que me veas.

—Oh Danny. ¿Ese es el problema de todo esto? Ven conmigo.

Steve se levantó y jalo consigo al rubio, al estar de pie le limpió las lágrimas y comenzó a besarlo, mientras lo distraía intentó quitarle la playera.

—Steve, no.

—Tranquilo, gatito. Sólo esta vez ¿de acuerdo? —Aún con duda, se limito a asentir y dejó que la playera se deslizara por su torso.

Inmediatamente el comandante prestó atención a sus pectorales abultados, sus besos comenzaron a descender por el pecho hasta que su boca quedó a la altura.

—Danny, tus pectorales son hermosos, y verlos con estas pequeñas líneas rojas solo hacen que me parezcan más hermosos. Y este vientre... —Se arrodilló —Dios, Danny lo que más me pone es verte así, embarazado de mi hijo. Y saber que estas marcas son el resultado de ellos es simplemente hermoso.

El comandante depositó varios besos en las estrías que su vientre tenía y fue subiendo hasta encontrarse con los labios del menor. Un gemido se oyó cuando las manos del comandante masajeaban los pectorales y hacía presión en sus pezones.

—No me mientas.

Steve suspiró.

—Danno crees que tus cambios físicos no me gustan, cuando la realidad es completamente diferente. ¡Debo contenerme diario y a todas horas! Verte en la oficina, en a cocina, en la sala e incluso cuando comes esos raros camarones llenos de grasa, quisiera ir y hacerte mío en cada lugar. No me importa cómo te ves, no me enamore de tu físico. Me enamore de tu ser.

—¿Y te gustó aun así? ¿Con todo este desastre en que me he convertido? —Steve sostuvo su rostro con cariño.

—Siempre me gustaras, Danny. Habría de ser ciego para no hacerlo. Además, podemos comprar una faja para embarazo, y todas esos aceites o cremas que hay. Y si aun así no se quitan, cariño no importa, tu me vuelves loco.

Lo beso, para Danny aquel beso fue como un bálsamo para su alama insegura, llena de inseguridades y miedos.

—Te amo Steve.

ℭ𝔯𝔬𝔫𝔦𝔠𝔞𝔰 𝔡𝔢 𝔲𝔫 𝔢𝔪𝔟𝔞𝔯𝔞𝔷𝔬 𝔠𝔞𝔬𝔱𝔦𝔠𝔬 | McdannoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora