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—Deberíamos estar cerca —dijo SeokJin mientras el taxi atravesaba la selva arquitectónica de la ciudad.

—¿Cómo quieres jugar? ¿Ir suave o fuerte? ¿Poli bueno, poli malo? ¿Disparar primero y preguntar después? —preguntó Jungkook con un toque de diversión sarcástica.

SeokJin se encogió de hombros.

—¿Esperas problemas? –Por costumbre, deslizó la mano en su chaqueta nueva para comprobar el arma.

—¿De este tipo? Casi con toda seguridad —dijo Jungkook—. Dick habló de él como si fuera Batman.

—¿Cómo es eso?

—Larga lista de conexiones con la CIA, el crimen organizado, una larga lista de traficantes de armas y mercenarios, extranjeros y nacionales.

—¿Por qué lo quiere Burns? ¿Y por qué nosotros? —Jungkook se quedó en silencio un momento.

—He aprendido a no hacer esas preguntas —dijo mientras miraba a SeokJin con una sonrisa para mitigar la dureza de las palabras.

SeokJin asintió. Miró a Jungkook con una calidez que probablemente no debería estar sintiendo mientras estaba oficialmente trabajando. Jungkook parecía estar más cerca de lo que había estado hacía un momento, lo bastante cerca como para que SeokJin le oliera, el inusual almizcle de sándalo, tan diferente a Jungkook, y la combinación más familiar de detergente, aceite para armas, cuero y el sudor que le volvía loco. Pero SeokJin sintió una punzada de nostalgia por una bocanada de Old Spice.

—También estoy esperando que no esté en esta dirección. Si fuera tan fácil de encontrar, ni siquiera sería Batman —dijo Jungkook, sacando a SeokJin de su ensueño.

—Si está ahí, sería novedoso que vaya tan bien —dijo SeokJin mientras el taxi se detenía delante de un antiguo edificio convertido en condominios.

Jungkook comprobó su arma y salió dejando que SeokJin pagara al conductor, que ni siquiera parpadeó ante las armas y asintió cuando SeokJin le dijo que esperara. Jungkook chasqueó la lengua, haciendo todo lo posible por no sonreír mientras SeokJin se reunía con él en la acera. Le habían dicho a Jungkook no hacía mucho tiempo que no debía disfrutar de la parte del trabajo de casi-consigues-que-te-maten tanto como lo hacía. SeokJin no sabía quien lo había dicho, pero desde entonces, Jungkook había estado haciendo un esfuerzo por ocultar su alegría profana durante las peleas. Sin embargo, todavía estaba bastante claro para él.

Inspeccionó el ligero tráfico que pasaba por la calle lateral. Era de noche, y no había mucha gente por allí. Con suerte, trabajaría a su favor.

—¿Listo? —preguntó Jungkook.

Jungkook miró arriba y abajo de la calle, luego asintió con la cabeza y se acercó a las puertas dobles de cristal del edificio. Tendrían que dejarles entrar, lo que no ayudaba al elemento sorpresa. Jungkook se quedó mirando el panel un momento, obviamente, contemplando cómo hacerlo. Miró a SeokJin y se encogió de hombros, luego apretó el número que les habían dado.

Después de una breve pausa, el pequeño altavoz hizo clic.

—¿Hola?

—¡Hey, Jimmy! —Jungkook prácticamente gritó, sobresaltando a SeokJin. Las palabras de Jungkook se arrastraban mientras se inclinaba hacia el altavoz—. Tío. No deberías haberte ido tan temprano esta noche.

Hubo una breve pausa.

—Creo que tienes el apartamento equivocado.

—Vamos, hombre, ¡no seas así! ¡Te juro que no sabía que estabas con ella! Me dejé mis pantalones buenos en tu sofá. Si voy a trabajar en calzoncillos con resaca de nuevo, me pondrán de patitas en la calle seguro. ¡Cuatro avisos y estás fuera, hermano! —Jungkook se mordió el labio para no reírse cuando volvió la cabeza a un lado de la caja del altavoz.

Armados&Peligrosos  || #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora