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YoonGi miró por la ventana del hotel Comfort Inn, pensando que parecía haber aterrizado justo en los años setenta. Dos plantas, construcción de tablones de madera oscura, ventanas estrechas y más altas que en los hoteles más nuevos, parecía lo suficientemente bueno como para estar en medio de la nada, en el norte de Indiana, cerca de la autopista de peaje. Eran casi las tres, y YoonGi estaba exhausto. Seguramente Jungkooky SeokJin también, y después del intento de fuga de TaeHyung, no parecían estar dispuesto a correr ningún riesgo.

Dormitó algo mientras SeokJin estaba dentro organizando la habitación, con la cabeza apoyada contra TaeHyung, que se había acercado tanto como podía esposado al aro del suelo. Las esposas eran algo nuevo para YoonGi. Había visto con horror como TaeHyung abría su cerradura en el coche con un movimiento de su muñeca, y nada más, preguntándose cuánta práctica sería necesaria para hacer algo así. Su amante nunca dejaba de sorprenderle con todas sus nefastas habilidades.

A veces se preguntaba acerca de su propio maquillaje moral, porque algo como esto pudiera excitarle.

Sonrió y volvió la cabeza para presionar la mejilla contra el hombro de TaeHyung. Este giró la cabeza para tratar de besarle la coronilla, un gesto casi inconsciente, pero que no pudo hacer por el modo que estaban esposados. Suspiró, un sonido de exasperación que TaeHyung rara vez hacía y miró por la ventanilla, con los ojos entrecerrados.

Jungkook estaba sentado en el asiento delantero, murmurando para sí mismo, su rodilla saltando tan rápidamente que era más una vibración. Ese Red Bull no le había hecho mucho bien y sólo había tenido una hora para quemarlo. YoonGi estaba casi divertido por la dicotomía de los dos agentes federales. SeokJin era tan sereno, firme y oscuro, se tomaba las cosas con calma, manejaba de modo tolerante cualquier adversidad que se presentara hasta el intento de fuga de TaeHyung. Y luego Jungkook parecía todo lo contrario. Estaba ansioso y nervioso, y le recordaba a un gran cachorro, haciendo bromas, saltando y cambiando la atención de una cosa a otra, la paciencia delgada como una oblea. Jungkook era el Omega del Alfa de SeokJin.

Los dos eran guapos, y aunque SeokJin era más del tipo de YoonGi que Jungkook, había algo en el exterior resistente de Jungkook que lo hacía más accesible y atractivo.

Ciertamente, eran una pareja extraña, aunque SeokJin era el que se sentía como una amenaza ahora que había estado expuesto a los dos. Obviamente TaeHyung sentía lo mismo. YoonGi aún podía sentir la tensión que llenaba su alta figura.

—¿No puedes relajarte un poco? Estás tan tenso —susurró, mirando a TaeHyung. TaeHyung se volvió y ladeó la cabeza para mirarlo a los ojos y sonrió.

—No más de lo habitual —murmuró, con voz baja y ronca.

—Eso creo —dijo YoonGi, deseando poder acercarse lo suficiente para tocarlo con algo además de su pie o su nariz.

—Todo irá bien. Sólo haz lo que te digan.

—Dejad de susurrar —dijo Jungkook con voz afilada.

YoonGi podía ver el reflejo de sus ojos en el espejo retrovisor, mirando hacia atrás.

—¿Para que puedas burlarte de nosotros por tener un momento de tranquilidad? No lo creo —dijo con un resoplido mientras trataba de abrazar con más fuerza a TaeHyung.

—Muchacho, no creo que realmente entiendas la situación, así que permíteme dejarla perfectamente clara –dijo Jungkook, la voz más dura y ojos color avellana brillantes de ira—. Tú y tu novio sois presos federales, y haréis exactamente lo que os digamos, cuando lo digamos, sin la actitud y sin los bonitos pequeños comentarios. Un café en mi regazo es todo el pase libre que obtenéis y no tenemos que ser jodidamente agradables. Susurras, te saco a un lado de la carretera y te meto en el maletero. ¿Lo entiendes?

Armados&Peligrosos  || #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora