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Jungkook sabía los nombres del aparcacoches y el conserje, así que no tardaron en entrar al ostentoso edificio Regatta en el centro de Filadelfia. Subieron en el ascensor hasta el piso dieciocho, a las suites del ático. Sin embargo, en lugar de llamar al 1802, Jungkook sacó un pequeño conjunto de ganzúas y se inclinó hacia el pomo de la puerta.

—Podrías llamar —dijo SeokJin cuando Jungkook jugueteó con la cerradura.

—Shh. —Un clic y Jungkook abrió la puerta—. Esperemos que no haya cambiado el código —dijo mientras entraba y desaparecía.

SeokJin suspiró y se volvió para mirar a TaeHyung y YoonGi. Ambos habían estado callados desde que salieron de Gettysburg. Todos lo habían estado. Sobre todo Jungkook, que había estado preocupado por el reloj que había dejado atrás, pero SeokJin no podía decidir si se sentía culpable por haber sido la razón de que les hubieran encontrado o si le preocupaba algo más. Conociéndole, se sentía culpable por algo.

Ahora estaba claro que alguien muy poderoso no quería que Kang TaeHyung llegara a Washington. SeokJin tuvo que preguntarse por qué Burns no les había dicho a lo que se enfrentaban, pero así era cómo Burns trabajaba.

Hubo un pequeño sonido en el interior del apartamento, un sonido de barrido y un clic apenas audible. SeokJin tuvo tiempo suficiente para girar la cabeza y mirar a través de la puerta antes de ver la figura en sombras que se movía dentro. Se movió y se paró con la espalda contra la pared del pasillo, junto a la puerta abierta, la cabeza ladeada para observar el movimiento. No era que tuviera miedo por quien estaba dentro, sino todo lo contrario. Conocía bien a los Jeon. No quería ser disparado, golpeado o apuñalado, accidentalmente o de otra manera.

Hubo silencio unos momentos, luego un grito repentino, y el sonido de una pelea.

—¡Ay! —gritó Jungkook finalmente—. ¡SeHun, soy yo!

Cuando SeokJin se asomó por el marco de la puerta, apenas pudo distinguir la escena a la tenue luz de la luna a través de las ventanas. Jungkook estaba en el suelo con las manos extendidas delante de la cara, su hermano pequeño de pie sobre él blandien un bate de béisbol de madera, levantado y listo para golpear de nuevo. Una fuerte carcajada escapó antes de que SeokJin pudiera evitarlo y se apoyó contra el marco de la puerta, riendo entre dientes.

—¿Jungkook? –dijo Jeon SeHun mientras bajaba el bate y miraba a su hermano, que seguía acurrucado en el suelo. Miró hacia la puerta y luego de vuelta a Jungkook—. ¿Qué demonios, hombre? ¡Tiene una llave!

—Oh, Jesús. —SeokJin hizo señas a TaeHyung y YoonGi para que se acercaran—. No sabía que tenía una llave —dijo, renunciando a ocultar la risa un tanto tensa que burbujeaba en su voz.

—El hombre es un idiota —murmuró TaeHyung.

—A veces me inclino a estar de acuerdo —dijo SeokJin en voz baja. Dentro, SeHun ayudaba a Jungkook a ponerse de pie.

—No la tengo aquí y estaba tratando de no despertarte –susurró Jungkook, manteniendo la voz baja—. No queríamos llamar la atención en caso de que alguien estuviera mirando. Kim, deja de reír y tráelos aquí.

SeokJin entró en el ático y miró alrededor. Se abría a un gran vestíbulo con techos altos y grandes ventanas que mostraban una enorme terraza con vistas al puente de Ben Franklin y el río Delaware. Tenía suelos de mármol, y directamente a la derecha de la entrada había una cocina de diseño, toda ella con colores fríos y elegantes. Había una sala y un solárium, donde parecía que SeHun había instalado su oficina. Era una casa de un millón de dólares, SeokJin no tenía ninguna duda.

—Jesús, SeHun. Esto es... bonito —dijo SeokJin mientras miraba alrededor.

—Gracias —dijo SeHun, sonando confundido por su repentina llegada, pero demasiado educado para preguntarles qué demonios estaban haciendo allí en el medio de la noche—. También me sirve como oficina, así que puedo justificar un poco de lujo.

Armados&Peligrosos  || #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora