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Veinte minutos después de que Jungkook les dejara y les dijera que iba a esconder el coche robado, todavía no había vuelto. ¿Cuánto tiempo tardaba en tirar un Bronco averiado en la Macedonia rural, Ohio? SeokJin suspiró y miró a YoonGi, que estaba sentado incómodamente en la otra cama, mirando hacia el cuarto de baño donde Jungkook había dejado TaeHyung esposado a las cañerías de nuevo.

—Vamos —dijo SeokJin bruscamente, agitando una mano hacia el cuarto de baño. YoonGi parpadeó y luego sonrió agradecido.

—Gracias —dijo, y se apresuró a unirse con TaeHyung.

—Deja la puerta abierta —dijo SeokJin cuando YoonGi desapareció en el interior—.Sólo recuerda que puedo dispararle antes de que pueda llegar a la puerta.

SeokJin se quitó la chaqueta y la colgó en el fregadero de la pequeña cocina antes de dejarse caer a los pies de la cama. Estaba cansado. Este viaje estaba poniendo a prueba su paciencia. ¿Y qué demonios le estaba llevando a Jungkook tanto tiempo?

Pasaron otros diez minutos, tal vez más, antes de que hubiera un rasguño en la puerta y SeokJin oyera el golpe de la tarjeta llave. Jungkook entró en la habitación, la cara enrojecida por el frío, con nieve derritiéndose en los hombros. Llevaba una bolsa de papel pequeña.

Miró por la habitación mientras entraba.

—¿Dónde están?

SeokJin apretó los dientes y se tragó la aguda observación que era su respuesta instintiva.

—En el cuarto de baño –dijo. Jungkook asintió secamente.

—Eso no le retendrá toda la noche —dijo, sin siquiera molestarse en tratar de explicar por qué caminar un kilómetro o dos bajo la nieve le había llevado casi una hora. SeokJin jugó en su cabeza a las explicaciones posibles y la discusión resultante y decidió no ir allí. Jungkook había caminado mucho en la nieve esta noche.

—Nuestras opciones son bastante limitadas.

—¿Qué has pensado? —preguntó Jungkook. Se quitó la chaqueta, luego la arrojó sobre la pequeña mesa que había entre la televisión y la cocina americana.

—Pensé en esposarle a las patas de la cama, pero es basura. Probablemente la rompería —respondió SeokJin.

Jungkook se le quedó mirándolo, esperando a que continuara, y SeokJin resistió el impulso de fingir morderle. Los ánimos estaban cada vez más tensos y no ayudaba que no pudieran tocarse o ni siquiera hablar abiertamente entre sí en presencia de sus prisioneros. SeokJin se recordó que debía mantener la calma.

—Podríamos atarle a la nevera. Incluso si lograra soltarse, no iría muy lejos rápidamente.

Jungkook asintió lentamente.

—¿Cómo? —preguntó con una voz plana. SeokJin se encogió de hombros, la mente agitada.

—¿Usando su cinturón y la rejilla del frío? Atarla a la espalda.

—Y esencialmente darle una bonita arma afilada de metal cuando se suelte –dijo Jungkook, sonando disgustado. Cogió la bolsa que había estado llevando y la abrió para extraer un bote de benadryl de la gasolinera. Lo sostuvo en alto, mirando a SeokJin con gravedad.

—¿Cuántas de estas se necesitaría para derrumbarlo?

SeokJin miró el bote, luego a Jungkook, y quedó muy claro lo lejos que Jungkook había sido empujado: demasiado lejos.

—Por supuesto que no. No le vas a drogar.

—Y él no va a asfixiarnos a uno de nosotros mientras dormimos —dijo Jungkook, voz aguda y grave—. No sé tú, SeokJin, pero estoy cansado. Estoy jodidamente cansado, y temo dormirme esta noche, bajar la guardia, y no despertar.

Armados&Peligrosos  || #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora