Capítulo veintiséis

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Leah

—A la mesa seis —informo a Edith.

Estoy en la cafetería, realmente me gusta mucho trabajar aquí. Cuando encontré este trabajo, tuve mucha suerte porque me gusta todo de él: el sitio, la gente, mis compañeros...

Edith es una chica nueva que acaba de empezar a trabajar aquí. Así que entre todos la estamos ayudando bastante para que no se pierda.

—¡Leah! —veo como Hannah se acerca rápidamente a mí y me envuelve en un abrazo al llegar a mi lado. Es un milagro que no se me caiga el café que estaba preparando.

—¡Hola! —saludo emocionada. Se podría decir que Hannah es mi mejor amiga del trabajo. Ambas empezamos hace un año y medio, por lo que nos juntamos mucho —. ¿Ya estás mejor?

Ha faltado estos dos últimos días porqué se encontraba mal.

—Sí, solo era un resfriado —le resta importancia —. ¿Tú cómo estás?

—Bien.

—Chicas, ha trabajar —Rose, nuestra jefa, de acerca a nosotras y fija su mirada en mi amiga —. ¿Cómo te encuentras?

—Mejor —sonríe ella.

—Perfecto, entonces a trabajar.

Ambas sonreímos y le hacemos caso. La verdad es que también he tenido muchísima suerte de tener la jefa que tengo. Incluso diría que es demasiado blanda con nosotras, pero bueno, no seré yo quien se queje.

Termino de preparar el café y camino hacia el señor que me lo ha pedido. Lo dejo encima de su mesa y tras darme las gracias vuelvo a mi puesto.

Ahora que he empezado la universidad, estoy trabajando en el turno de tarde, por lo que trabajo de cinco a nueve. Falta tan solo una hora para terminar mi turno.

El timbre de la puerta suena indicando que alguien acaba de entrar así que subo la mirada, dispuesta a atender, pero para mi sorpresa, veo a James.

—Hola —saluda sentándose en el taburete delante mío.

—Hola —sonrío —, ¿qué haces aquí?

—Quería hablar contigo.

—¿Sobre qué?

—Ya sabes el qué.

Yo suelto un suspiro. Sí, lo sé.

—¿Tienes un minuto? —pregunta.

—N-no.

—Por favor —suplica.

Miro a mi alrededor. Hannah está atendiendo una mesa y Edith se las está apañando bien. Además hoy es entre semana por lo que no hay tanta gente.

Miro a James y asiento, él sonríe.

—¿Podemos salir fuera?

—Claro —lo sigo hasta que salimos de la cafetería.

Estoy nerviosa. Pero nerviosa para mal.

Apoyo mi espalda en la pared y James se pone delante mío. Lo miro. Ya no siento lo mismo que solía sentir.

—¿Cómo has estado? —pregunta rompiendo el silencio mientras pasa una mano por su pelo rubio —. Parece que hace tiempo que no te veo.

Yo asiento. Es verdad, llevamos días sin hablar.

—Muy bien, ¿qué tal tú?

Solo nosotros dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora