Capítulo veintidós

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Leah

Hace rato hemos aparcado el coche, pero aún estamos dentro acabándonos la comida.

Ayden le da un bocado a una hamburguesa y pone una mueca de asco. Yo sonrío.

—¿Qué pasa? —pregunto divertida.

—Sabe diferente a la que he comido antes. Sabe mal.

—Bueno, todas saben diferentes entre todas. Por si te habías olvidado has pedido una ración de cada cosa —pongo los ojos en blanco.

Él en respuesta simplemente sonríe orgulloso y se encoge de hombros. Entonces me acerca la mano hasta que la hamburguesa está delante de mi boca.

—¿Qué?

—Pruébala —ordena —. Ya verás como no te gusta.

Pongo los ojos en blanco pero le hago caso y doy un bocado. No tardo ni un segundo en poner la misma cara que ha puesto él cuando la ha probado. Realmente sabe mal.

—Debe estar podrida —murmuro —, no es normal que tenga este sabor.

Ayden ríe ante el comentario.

—Ves como está mala.

Asiento y bebo agua.

—Deberíamos entrar ya, creo que llevamos una hora de retraso —murmuro unos segundos después limpiándome las manos con la servilleta y abriendo la puerta del coche.

Ayden no dice nada pero también sale y se acerca a mí. Me agarro a su brazo con ambas manos y empezamos a caminar.

—¿Y qué se hace en las galas? —pregunto con curiosidad.

—Bueno, hace mucho tiempo que no voy a una —se encoge de hombros —. Al principio nos van a hacer fotos y después ya veremos.

—Mhm...

—Mis padres suelen organizarlas para conseguirme papeles en películas de directores muy influyentes y famosos —añade unos segundos después.

Me giro hacia él para mirarlo y frunzo el ceño.

—¿Pero no es una gala benéfica?

—Lo de benéfica lo ponen para no quedar mal —pone los ojos en blanco —. Claro que el dinero que ganan se dona, pero les da bastante igual.

—¿Así que tú tendrás que hablar con todos los directores...?

—No te voy a dejar sola.

—Puedes hacerlo si hace falta, no pasa nada. Yo estaré... existiendo —me encojo de hombros.

Ayden sonríe pero niega con la cabeza.

—Igualmente no te voy a dejar sola, hoy no me apetece hablar con gente. No me gusta.

—Estás hablando conmigo —murmuro divertida.

—Porqué contigo me gusta hablar.

Aparto la mirada e intento esconder la sonrisa que aparece en mi rostro. ¿Por qué siempre tiene que decir estas cosas?

—Te has sonrojado —comenta unos segundos después.

—Ugh, ¿cuando pararás de avisarme cada vez que me sonrojo? —lo miro con mala cara.

—Nunca.

Pongo los ojos en blanco y él sonríe en respuesta. Justo en este momento llegamos a la puerta. Hay mucha gente a los alrededores pero a parte de los paparazzi, nadie más nos presta atención.

Solo nosotros dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora