Capítulo quince

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Leah

—Adiós —abrazo a Jane por enésima vez, porque lleva ya más de diez minutos llorando —, pero... ¿por qué sigues llorando? —pregunto, intentando aguantar la risa.

—T-te voy a echar d-de menos... —solloza.

—Solo me voy una semana —murmuro, con el intento de tranquilizarla.

—¿Y si te mueres esa semana?

—¿Estás insinuando que me voy a morir?

—Bueno... sí —ahora empieza a llorar aún más —. ¿Qué haría yo sin ti?

La vuelvo a abrazar y sonrío.

—Te quiero mucho, Jane. Y no me voy a morir —pongo los ojos en blanco.

—Yo también te quiero —dice mientras se limpia las lágrimas.

Tarda unos segundos, pero por fin se calma, y justo entonces aparece Alex y... vuelve a llorar otra vez.

Madre mía.

Niego con la cabeza sonriendo y me acerco a James, que también ha venido a despedirse.

Desde que me besó, no hemos hablado del tema, pero tampoco hemos actuado diferente con el otro. Creo que los dos sabemos que tenemos esta conversación pendiente, pero ninguno de los dos se atreve a dar el primer paso, así que se podría decir que lo estamos ignorando.

—Adiós —me despido sonriendo.

—Adiós Leah, avísame cuando llegues —me sonríe también, tiernamente.

Entonces sin poder evitarlo me acerco y me envuelve en un abrazo. Y... no puedo evitar pensar que echo de menos los abrazos de Ayden. Llevo una semana sin verle, y sin hablarle. No porque no quiera, sino porque no me atrevo. Y él tampoco ha intentado contactarme.

No voy a mentir y decir que no me duele, porque lo hace. Durante estas semanas Ayden se ha vuelto una persona importante en mi vida. Hace un par de días él me prometió que vendría a despedirse de mí en el aeropuerto, pero por lo que veo, se ha olvidado. O peor: no quiere venir.

Suspiro cuando veo que Alex se despide finalmente de Jane y se acerca a mí con las maletas.

—¿Vamos? —pregunta.

Miro a mi alrededor unos segundos más, puede que venga... No, es imposible. Está enfadado conmigo. Suspiro, pero miro a Alex forzando una sonrisa, como si no pasara nada y asiento.

El viaje ha estado bien. Hemos llegado a Toronto hace veinte minutos y ahora, que ya hemos recogido las maletas, nos dirigimos a la salida.

—Blake está grabando una película en otra ciudad, por eso no ha venido —me informa mi hermano de repente.

Me giro hacia él frunciendo el ceño.

—¿Y por qué me dices esto?

—Porque sé que querías que viniera a despedirse de ti en el aeropuerto —responde como si fuera obvio.

Me encojo de hombros, fingiendo que me es indiferente. Aunque admito que una pequeña parte de mí se alegra de saber que no ha venido porque está ocupado y no porque no haya querido.

Aunque soy consciente de que, si no estuviera ocupado, también habría optado por no venir, porque está enfadado, pero prefiero quedarme con la primera opción.

Al salir, tenemos que esperar un poco pero entonces encontramos un taxi libre y en veinte minutos ya estamos en casa de mis abuelos. Llamo al timbre y no pasan más de dos segundos cuando la puerta se abre y aparece mi abuela delante nuestro. Sonríe feliz al vernos y no tarda en envolvernos a ambos en un abrazo.

Solo nosotros dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora