Capítulo treinta y cuatro

10.4K 711 660
                                    




Leah

—No.

—Por favor —suplica la abuela juntando sus manos.

Ha llegado hace unas horas. Alex y yo hemos ido a recogerla al aeropuerto y tras desayunar fuera hemos vuelto los tres a casa.

Se ha emocionado mucho al vernos pero aunque intente ocultarlo, noto que echa de menos al abuelo. Igualmente he decidido que no es buena idea hablar de él.

—Seguramente tiene cosas que hacer —murmuro divertida.

—Pero al menos invítalo.

Suelto un suspiro y le lanzo una mirada a Alex, que sonríe como un angelito.

Mi maravilloso hermano ha decidido contarle a la abuela que estoy saliendo con alguien y ahora ella quiere conocer a mi novio. A mi novio inexistente porqué aunque Ayden y yo tengamos... algo, aún no hemos definido lo que somos.

Hoy íbamos a tener nuestra primera cita oficial, pero al final no ha podido ser porqué he estado todo el día con la abuela.

—Vale, se lo diré —accedo finalmente —. Pero si tiene cosas que hacer no voy a insistir.

—No tendrá nada que hacer —añade Alex sonriendo.

Le doy un golpe, muy merecido, en el hombro y él hace una mueca de dolor.

—Está bien —la abuela da pequeños aplausos ignorándonos y se levanta de la mesa —. Empezaré a preparar la cena.

Me levanto de la mesa también, me acerco a ella y le doy un beso en la mejilla.

—Ahora vuelvo —informo y ella asiente.

—Perfecto, tú vete también —sus ojos se fijan en Alex.

—¿Cómo? —pregunta él sorprendido.

—¡Quiero que la cena sea una sorpresa! Tenéis que iros.

Suelto una carcajada.

—Pero abuela —se queja —, no tengo donde ir.

—Pues te vas a casa de tu novia —replica ella.

—Pero...

—Pero nada. Fuera los dos.

—Es increíble... siempre me echan de mi casa —murmura Alex dándose por vencido y saliendo de la cocina.

—En tres horas podéis volver —informa ella con una sonrisa, y dicho esto se gira hacia la nevera.

Cuando por fin llego a casa de Ayden, ya es bastante oscuro. Paro la música y me quito los auriculares, es entonces cuando caigo en la cuenta de que puede que no esté ni en casa. Tendría que haberle enviado un mensaje. Pero bueno, ya estoy aquí.

Camino hasta quedar delante de la puerta y le doy unos golpes. Pasan unos segundos que se me hacen eternos y nadie abre, así que vuelvo a llamar. Después de lo que me parecen dos minutos me doy por vencida, supongo que no está en casa.

Justo en el momento en el que doy media vuelta escucho unos pasos acercándose. Entonces la puerta se abre y aparece él delante mío.

No puedo evitar fijarme en que solo lleva una toalla alrededor de su cintura y está todo mojado. Lo miro de arriba a abajo, un par de veces y entonces mis ojos se encuentran con los suyos.

En su rostro aparece una sonrisa.

—¿Qué miras tanto? —pregunta divertido.

Aparto la mirada avergonzada y me encojo de hombros.

Solo nosotros dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora