Vientos Sin Futuro

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-suicidio
-muerte


La marea descontrolada se rompe contra la roca del acantilado, la noche fría congela su cuerpo, sus ojos negros miran la profundidad de las constelaciones nocturnas, recuerdos alegres de un rubio con cejas circulares señalando las estrellas mientras le murmura el nombre de los signos zodiacales uno por uno, un recuerdo que su bilis traga con fuerza cayendo en un hondo vacío en su estómago hambriento.

Suspirando abandona el lugar, sintiendo como el viento congela sus huesos, su mente perdida en un vacío solitario pensando en la primera isla nevada que visitaron y como Vivi y Nami le recordaron que debía abrigarse.

Ahora no había nadie que lo sacará de sus eternos trances y le recordará cuidar de su temperatura para no enfermar.

Sus pisadas resonan contra la hierba, mientras sus brazos están cargados de cosas, su respiración agitada y desordenada se esfuerza en continuar mientras su pierna rota se arrastra en un rastro de sangre, parpadea tratando de sacudir los puntos negros de su visión ignorando como la sangre cae en pequeñas gotas de sangre, lentamente se abre paso por el bosque hasta llegar a su barco.

Un barco destartalado, las tablas rotas rechinaban con el mínimo indicio de viento, pintura desgastada y aurrinada, lo que una vez fue una orgullosa cabeza de león se convirtió en un círculo rallado café con un pico apunto de caerse, las barandas en su mayoría estaban rotas, el césped antes vivo fue arrancado de la madera cruelmente, habían agujeros por todos lados, hoyos hechos por lava, pedazos destrozados regados por todos lados luego de ser consumidos por la oscuridad, sangre seca y podrida que olía mal.

El Thundsun Sonny un barco antes lleno de vida y personas no era más que un fantasma del pasado, apunto de derrumbarse y hundirse en la profundidades solitarias del mar.

Los pies descalzos suben a lo que una vez fue una cubierta, pasando junto al árbol derrumbado que antes tenía un columpio en donde los más pequeños de aquella tripulación solían jugar.

Los recuerdos de un narizon narrando la competencia entre un niño alegre y un reno de quien llegaría más lejos al lanzarse surca su mente de manera violenta, un recuerdo vacío y roto, que no muestra indicios de la persona con ojeras llena de sangre y anemia que es ahora.

El adulto joven de solo 22 años se sienta con los secos árboles de naranjas con apenas hojas.

El mal estar en su estómago empeora cuando recuerda los esfuerzos del chef y la navegante por proteger el huerto, mientras una bella peli negra reía regando sus plantas.

No pudo proteger nada de eso, dejó que todo lo que amaban se rompiera y desapareciera.

No había más mentiras, no más patadas, ni invitaciones a beber, chequeos, nuevos inventos, musica, un timón moviéndose hábilmente, no estaba esa voz suave que le leía historias, nada.

Las risas y las voces desaparecieron, el color se degradó y la sangre cayó.

Sus manos sueltan los objetos que cargaba durante horas tratando de salir de sus acaparadores pensamientos a los que se induce en su prematura a la sobriedad.

Sus ojos antes llenos de vida desorbitados y dilatados mostrando como habían buscado escapar de todo en las drogas, sus mejillas una vez redondas con bonitos labios que formaron una enorme sonrisa no eran más que dos enormes hoyuelos por el hambre.

"¡He vuelto chicos!" En su boca se forma una sonrisa forzada fuera de lugar, mostraba más que pura locura con su mirada ida.

"No pude conseguir mucho en esta isla pero les pude hallar algo a todos shighua aha" Trata de reír pero su voz se traba dolorosamente, sus cuerdas vocales rotas luchan contra él, su garganta destrozada llorando por el dolor expulsando con ferocidad preocupantes cantidades de sangre manchando más su ropa y la madera rota.

¡𝓤𝓷 𝓣𝓻𝓪𝓰𝓸 𝓟𝓪𝓻𝓪 𝓥𝓲𝓿𝓲𝓻!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora