Uno; Recuerdos de la mala vida.

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Corría por la longitud del pasillo, cuando me tropiezo con otro hwarang, dispuesta a irme sin mirar con quien había chocado, intento caminar, pero la voz del chico me detiene.

── Sooya, aich, duele, duele. ── Solté un suspiro pesado y me volteó, solo para verlo tirado en el suelo, sobandose la cabeza.

Parecía un niño pequeño, a pesar de tener 22 años, negué y me agache junto a él.

── ¿Estás bien? ── Pregunté y el me miró, regalándome una sonrisa muy tierna.

── Sí. Es solo qué me golpeé la cabeza. ── Dijo sonriendo.

── Lo siento, yo... no me fije. ── Susurre.

── Oh, ¡Tú rostro está rojo! ¿Te pico algo? ── Preguntó y yo negué, sonriendo con pequeñez.

Sorbi mi nariz y suspire. ── Estoy bien, solo necesito salir para despejarme. ── Respondí, a lo cual el me miró, ahora embozando una mueca.

── ¿No te gusta estar aquí?

── No es mi lugar favorito en todo el reino de silla, pero... no me iré. ── Le sonreí y le tendí la mano que, el tomo sin dudarlo.

── Gracias.

Sonreí y asentí.

── Debo irme, Suho me espera. ── Comentó entusiasmado.

── Nos vemos después. ── Y con esto me fui.

...

Me encontraba caminando por las calles de silla, todo era tan diferente a como recordaba, hacia ocho años de mi estadía en este entorno.

Caminaba observando y admirando los detalles del mercado, donde una vez crecí y compartí con mis padres, mis padres tan solo eran unos mercaderes pobres con ganas de dar lo mejor por su hija, sonreí vagamente al recordarlo, mamá y papá siempre fueron un gran ejemplo, eran las personas más nobles que jamás hubieran existido.

Sin embargo, la vida no era para siempre y los más buenos morían de maneras terribles.

Nadie parecía reconocerme, mientras que yo, había reconocido todos los rostros que vi cuando tan solo era una niña, sin embargo, al parecer había cambiado mucho o solo era por la ropa que, quizás, me hacia parecer hombre, llevaba conmigo el típico traje de los hwarangs, mi cabello largo caía suelto sobre mis hombros, llegando a mi cintura, admiraba cuan cambiado estaba el mercado, con una vaga sonrisa diseñada en mi rostro.

Este había sido mi hogar en mi niñez.

"Tu hogar, nunca será una casa, querida Soo. Tu hogar es con quienes y el lugar que te haga sentir cómoda y familiarizada, tu hogar son las personas que te hacen sentir querida, tu padre y yo, somos tu hogar y tu... eres el nuestro."

── A mamá y papá les hubiera fascinado este cambio. ── Susurre para mi.

Seguí caminando con lentitud, el mercado estaba tan cambiado que me fascinaba y quería recorrerlo todo, sin embargo, debía llegar a casa antes de que anochezca, caminé aumentando la rapidez de mis pasos, mientras seguía admirando a los pequeños que, corrían, reian y cantaban a mi alrededor. Sonreí y esto fue lo último que vi, antes de seguir con mi camino.

Al llegar a mi antigua casa los recuerdos me golpearon con fuerza, llevé una mano a mi pecho, intentando apaciguar el reciente nudo que se formaba en este, si bien aún no superaba la muerte de mis padres, por eso odiaba a la reina Jiso cada día con más fuerza, quien no hacía más que protegerme.  Mire las lápidas improvisadas de mis padres frente a mi y me sostuve como pude, era la primera vez que los veía después de lo que tuvieron que soportar, era la primera vez que su hija los visitaba en ocho años.

𝗛𝗪𝗔𝗥𝗔𝗡𝗚 𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗘𝗚𝗜𝗡𝗡𝗜𝗡𝗚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora