A bit into him

383 27 7
                                    


Odiaba los medicamentos, la mayoría de las veces que se encontraba enfermo, el doctor le recetaba el mismo jarabe de un asqueroso sabor limón. Siempre lo odió, pero no más que su reciente descubrimiento; existía uno con tintes a manzana, pero bueno, servía para bajar la inflamación.

—Lo siento, órdenes del doc., Stevie.

Un puchero molesto le adornó la cara antes de tomar del vasito medidor los cinco mililitros exactos de jarabe.

—Es asqueroso. Con nada se quita el sabor. –Se queja regresando el bote a Robin.

—Bueno, te hubieras ahorrado todo esto si no hubieras dejado que te golpearan.

—Lo dices como si le hubiera puesto la cara.

—Lo hiciste. Ni Eddie acabó tan mal.

La mención hizo que se le coloreara la cara de vergüenza, ni con los dolores intensos y la laguna mental olvidó como su conciencia se refería a Eddie como alguien guapo y de ojos bonitos. Quería culpar de todo a que no estaba en sus cinco sentidos, la cosa era, que así como estaba no dejaba de pensar en que su yo medio inconsciente y adolorido tenia razón.

Eddie Munson era atractivo por donde se le viera. ¿No estaba mal admitirlo, no? Era como su fanatismo por Top Gun, todo mundo amaba a Tom Cruise y eso no lo hacía..¿raro?

—¿Como está?—pregunta esperando que las gasas y moretones disimulen el calor en su cara.

—Mejor que tú. —Dice Eddie asomándose por la puerta.

Sintió sus orejas calentarse y se preguntó si su cabello estaba en su lugar, observó como Munson admiró los papeles colgados a la pared, con el cabello largo sobre los hombros y la misma camiseta de la noche anterior, a juzgar por eso no se fue a casa. ¿Donde...?

Ahora se avergonzaba de los posters que tenía en las paredes, ¿Eddie creería que no estaba obsesionado con Tom Cruise si lo decía en voz alta?

—Sip, mejor que tú. —Repitió Robin dejando el bote de medicamento sobre su buró. —Voy a lavar esto.

Ambos la vieron marcharse en silencio, apenas se cerró la puerta, fijó la mirada en Munson quien ni siquiera lo volteaba a ver y metía las manos a las bolsas de su chaleco, estaba fascinado con lo que había en su habitación; los posters, las figuras de acción que usaba cuando niño y lo simple que se veía su cuarto.

—Es decepcionante que no tengas una foto pegada en tu puerta con un montón de dardos como hacen los villanos de las películas.

¿Qué...?

—¿Qué?

—El rey Harrington tenía que ser perfecto. — Se burló Eddie con tono irónico sentándose en la esquina de la cama. — ¿Cómo te sientes?

Asintió sin entender. ¿Perfecto?

—Bien, lo único que me duele es tener que tomar medicina de manzana.—Contesta desviando la mirada a sus manos.

¿De verdad estaba sintiéndose tímido porque Eddie esta en su cuarto?

Lo escucha reír, por inercia levantó la mirada como rayo sin querer perderse de ver la sonrisa perlada de Eddie en su rostro níveo.

—Gracias por lo de ayer.—Entonces conectaron miradas.

Con la tensión agrupándose por su cuerpo en una ola de calor, asintió tratando de no embobarse en la forma en que lo veía. ¿Podía ser que...?

—No es.. No es nada.—Carraspea alternando los ojos entre Eddie y sus propios nudillos morados. Lo dijo más para si mismo que para Edward.

Eddie alzó ambas cejas y presionó los labios en una línea fina sobre su rostro, ahora que se detenía a pensarlo, era muy ridícula su respuesta tomando en cuenta su estado actual; los nudillos le dolían al igual que la mayor parte de la cara. Bufó en una sonrisa, ¿Eddie se burlaría de él por ser tan torpe?

—Como sea. — dice el pelinegro levantándose y vaciando sus pulmones. — No vuelvas a hacerlo.

Y se marchó. En un parpadeó ya no estaba ahí, frunció las cejas sin creerlo; después de salvarle el trasero no le cabía en la cabeza que las cosas se resumieran a nada. ¿Que tenía de malo ayudarle? Además, si él no lo hacía, ¿cómo demonios saldría vivo de la fiesta?

Con molestia se quitó la cobija de encima; Edward Munson era mucho más complicado de lo que había imaginado o demasiado orgulloso.

Se levantó de la cama de golpe, aunque los mareos lo hicieron tambalear al correr detrás de Eddie Munson para exigirle una explicación al porque no tenía permitido volver a salvarle, su conciencia se burló desde uno de los rincones, justo desde donde aventó la ridícula idea de que era sumamente atractivo, ahí lo escuchó mofarse; si Eddie Munson no te interesa para nada ¿Por qué seguirlo?

No mucho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora