Kat

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No tenía ni idea de cómo sentirse. La semana siguiente-después de lo del bar- sus encuentros con Eddie en la escuela se volvieron mucho más frecuentes; lo veía en todos lados a todas horas; tomaban el almuerzo juntos; le regalaba dulces; se despedían sin falta; le recordaba el concierto del fin de semana y no dudaba en acercarse más de lo necesario.

Como hizo el lunes cuando lo vio; Eddie lo abrazó tan fuerte que casi lo dejaba sin aire, pero no se quejó, creyó que seria cosa de una vez (Gracias a todos los dioses que no). Después el martes, cuando le dijo que tenía algo cerca del ojo, lo sintió alzar su rostro por el mentón y mover los dedos con delicadeza, incluso Robin se quedó quieta a lado de ambos, sin saber a dónde mirar.

El miércoles fue el más confuso de todos; se encontró a Munson en el centro comercial y después de intercambiar un saludo, ambos terminaron por hacer compañía al otro e incluso fueron a comer. Kat fue el centro de la conversación, dejándolo picado por la curiosidad e hirviendo en celos por cómo lo escuchaba alabar la chica. ¿Si no era su tipo por qué la mencionaba a cada rato?

Finalmente, el jueves después de clase lo hizo quedarse en detención para platicar. Le dio un aventón a su casa y notó cómo se repetía la misma situación que en el bar; Munson le veía la boca antes de irse y, sin decir o hacer nada más, se iba.

Así, poco a poco, Eddie Munson se le metió bajo la piel sin dejar espacio para nada más que él. ¿Estaba soñando?

—Algo está mal contigo. — Dice Robin a su lado. — Acabas de abrir una rana y estás sonriendo. ¿Eres psicópata?

Con su famosa buena suerte, el timbre sonó antes de que pudiese contestar. Ambos tuvieron que guardar las cosas antes de salir; como todos tenían urgencia de irse se volvió un caos dentro del laboratorio. Uno muy bueno que lo salvó de hablar.

Ya con la mochila puesta y listo para salir del salón, Robin lo miró raro.

—¿No te vas a quitar la bata?

Frunció las cejas. Se vio la ropa y tuvo que quitarse la bata sin responder. Últimamente estaba más distraído también.

—Ya.

Como si nada salió del salón seguido por la rubia, quien restó importancia al comportamiento raro de Steve, ya se estaba acostumbrando. También a lo extraño que era ver a Eddie y Steve juntos, no por su apariencia, era que podía sentir la incomodidad -y algo más-de ambos cada que hablaban.

—¿Qué vamos a hacer hoy?

Ahí estaba. Steve apenas notó la presencia del pelinegro se giró a verlo y el resto dejó de existir. Era muy obvio para Robin, pero se propuso no decirlo en voz alta hasta que su amigo estuviera listo.

—Tengo turno en family video. —Contestó al ver que su amigo no decía nada.

En medio de ambos se sentía un poquito invisible, estar ahí era recibir miradas de soslayo por parte de Eddie y ninguna de Steve. Cómo si no estuviera. No le molestaba para nada, incluso lo encontraba gracioso.

— ¿Los dos?

—Los dos. —Confirma la chica comenzando a caminar, con la certeza de que sus amigos la seguirían de cerca a pesar de estar tan enfrascados el uno con el otro.

—Buuu, van a ir a lo del sábado?

Steve asiente aún sin hablar. Robin ya está acostumbrada al Stevie mudo, cada que el pelinegro se acercaba era más de lo mismo, la tentaba la idea de darle un sape para hacerlo volver a la realidad. Se gira justo en su casillero para meter las cosas dentro y darles poquita privacidad. Solo un poco por que a ella le interesa muchísimo lo que sea que hablen.

No mucho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora