—Silencio.—Volvió a dictar el profesor desde su escritorio, echándoles una mirada desaprobatoria.El frío recorrió su espina dorsal haciéndolo erguirse en su asiento seguido del pánico; sentía que todos los que estaban dentro de ese salón lo sabían. Se rascó la nuca tratando de conservar la calma, lo que menos quería era dejar una terrible impresión en Eddie. La incertidumbre y molestia creció en su estómago, con las ganas de salir huyendo y volvió la mirada al profesor que no podía estar más desinteresado en ellos.
—¿Qué vas a hacer después? —Susurró Eddie.
Abrió los ojos como platos y volteó justo a donde estaba el pelinegro; con la cabeza recargada sobre sus brazos cruzados sobre el pupitre, con los ojos fijos en él dejando ver una clara chispa en sus ojos. ¿Estaba divirtiéndose con él?
—¿Tienes planes para después? —Preguntó Eddie en un susurro.
Tienes que hablar, Steve. Se dijo mentalmente.
—Voy a comer pizza. —Con Robin. Lo vio alzar la mirada al techo pensativo, después ocultar el labio formando algo parecido a un puchero y antes de siquiera pensar en lo que diría, soltó: — ¿Quieres venir?
Conmigo y con Robin.
El chico a su lado rio bajito antes de contestar: —Solo preguntaba. No tienes que invitarme. Eres demasiado bueno. —Se queja aún sin despegar sus ojos de él.
No puede sentirse más al descubierto; su cuerpo entero tiembla de nervios; su garganta está mucho más seca de lo normal; el silencio se siente mucho más pesado; el sol se ve demasiado brillante y Eddie Munson no deja de verse hermoso.
—¿Gracias?
Todavía no sabe cómo tomar lo que dice. ¿demasiado bueno? ¿No era normal invitar a alguien a comer? Con disimulo ve sobre su hombro, ahí donde Robin no le presta nada de atención y juega con lo que parece un slinky de colores.
—De nada. —Eddie presiona los labios con clara diversión en su rostro. — Es... Esto es raro. —Ríe.
No podía estar más de acuerdo, asiente aguantándose de la risa. En su vida imaginó que estaría así de amistoso con Edward Munson; las únicas veces que lo vio fue de lejos y jamás le picó tanto la curiosidad como en ese momento... o como hace una semana, en la fiesta de cumpleaños de Dustin Henderson.
—¿Que estemos susurrando o ...?
¿O que quiera besarte?
—Esto. —Indica apuntándolo a él y a sí mismo. —Ya empezaba a creer que eras medio mudo, nunca contestas nada de lo que digo.
Recapituló; como si de una película se tratase recordó las veces que habló con Eddie (si a eso podía llamarle conversación) Mucho más avergonzado, se cruzó de brazos sobre la mesa.
—Bueno, ya viste que no. —susurra. —Y... —Se aclara la garganta. —¿Vienes aquí seguido? A detención.
—Si, me encanta. Vengo por lo menos una vez a la semana. —Presume.
—ah, cool.
Estaba extrañado por la forma tan animosa en la que lo decía hasta estaba creyendo que detención era algo buenísimo.
—Ya sabes, me gusta adelantar tareas, estudiar... Reflexionar sobre mis errores. —Dice enumerando con los dedos, con una sonrisilla rara.
—En serio?
Entonces lo vio aguantar una carcajada.
—Claro que no, Harrington. —Se burla. —Solo pides permiso para ir al baño y no regresas.
—¿No... se da cuenta?
—No que yo sepa. Si quieres lo intentamos y vamos por esa pizza. —Propone levantando la mano. Steve volteó a ver al profesor, quien mucho más estresado que antes los observó y le cedió la palabra al pelinegro.
—¿Munson?
—Creo que Steve está un poco mareado, también le sangra una gasa. ¿Lo llevó a la enfermería?
Sorprendido volteó atrás, donde Robin alzó el pulgar como si estuviera orgullosa de él. Negó en repetidas ocasiones mientras la chica le guiñaba el ojo con el pulgar alzado.
—Vayan. —Dictó el profesor antes de seguir con su crucigrama.
El pelinegro le sonrió amplio y animado; se levantó de su lugar sin pensársela dos veces y lo sujetó por el hombro fingiendo ayudarlo. Se le cortó la respiración en cuanto estuvo en el abrazo de Eddie. El corazón subió su ritmo a mil, el calor escaló vergonzosamente a su cara y tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no sudar. ¿Cómo demonios iba a sobrevivir con Eddie Munson cuando su cara tenía escrito en letras enormes lo tímido que se sentía con él?
La puerta del aula se veía demasiado lejana comparada con la cercanía de su cuerpo al ajeno, que alguien le enterrara la cara en un pozo para evitarse la vergüenza de escuchar el corazón palpitándole en los oídos.
—Te lo dije. —Susurra Eddie demasiado cerca.
Antes de desaparecer detrás de la puerta, le dedica una última mirada a Robin quien pretende no prestar atención moviendo el slinky, aunque sus ojos estén fijos en ellos dos; el par de tontos que están a punto de salirse con la suya o de obtener un castigo aún peor.
—¿Conoces el lugar cerca del arcade? —Dice Eddie volteando a verlo. —También podemos ir a surfer boy.
Entonces lo siente separarse de él.
—No he ido a surfer boy.
—Entonces vamos.
Eddie Munson es mucho más gracioso estando fuera de detención; sus pies se mueven extraño mientras sus brazos intentan coordinarse a su paso. Él por su parte no dice absolutamente nada sobre ello, sabe que está tan nervioso que quizá en cualquier momento olvide como hablar.
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No mucho.
Fiksi PenggemarSteve quiere creer que no le gusta, pero si estuviera en lo correcto no tendría el ojo morado, los nudillos heridos y el corazón acelerado. Historia corta. 11 capítulos + extra