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Su cuerpo ya no sentía el cansancio de correr, sus piernas antes temblorosas por dejarse violar habían desaparecido, y la sensación de tener a ese repugnante hombre introduciendo su miembro en su cuerpo le hacía feliz; él estaba feliz.
Porque todo había desaparecido cuando le robo las llaves de la celda donde estaba encerrado, él se sentía mucho más vivo o eso quería pensar.
Aunque todo a su alrededor era un escándalo de esclavos corriendo, golpeando a los demás, de personas huyendo y de guardaespaldas protegiendo a sus amos, en ese caos él aún sostenía las manos de Libra y Capricornio en las suyas.
Nunca miró atrás, solo corrió hacia adelante con la respiración acelerada, con los golpes y marcas en su cuerpo. Con las ansias de que encontraría la salida y sería libré.
Ellos serían libres.
Pero el soñar despierto siempre cuesta más; ya que nada es real.
—Aries, me estoy cansando— la voz de la balanza solo aumentaba su nerviosismo, sin salida. Era un laberinto del que no podían salir. —Descansemos.
—¡Cállate!— sujete con más fuerza sus manos y gire hacia el pasillo contrario cuando varios guardias detuvieron a los míos. —Aun no puedo rendirme.
Si me detenía, solo un segundo, ellos nos atraparan. Estaba cansado de luchar, de dejarme pisotear hasta tener que morir como un animal cuando Libra y Capricornio fueran comprados. Aries sabía que nunca sería elegido y eso no lo aterro.
Porque tenía compañeros o como los humanos normales decían, familia. Pero sí ellos se iban, sí era abandonado y las personas que considero hermanos sufrían más del mismo infierno, más que él.
Nunca se lo perdonaría, ese era el sentimiento más creciente en su cuerpo; la culpa.
Esa emoción que estaba carcomiendo mi sistema, que empezó a correr por mis venas hasta combinarse con mi sangre, llegó a mi corazón destrozando cada célula y neurona en mi cerebro hasta dejarme con la sensación de un futuro vacío.
Esta era mi última oportunidad, para salvarlos a ellos y salvarme a mí. Mi cuerpo ya lo sentía estaba tan cansado que el seguir la corriente como un Ito nashi ya no parecía mala idea.
—Voy a ser libre— me lo prometí a mí mismo. —Mi espíritu aún no se rinde.
Seguí girando en varias ocasiones, evitando la seguridad y en otros momentos soltando las manos de mis hermanos para noquear a una que otra persona.
Estaba exhausto y aún así mis piernas seguían en busca de la libertad de un futuro donde era humano. Y lo encontró, la puerta estaba derribada.
La sensación del viento llegaba a mi cara, las luces de los grandes postes de luz iluminaban el cemento del suelo, la oscuridad se notaba a la lejanía y los gritos solo sonaban a victoria. Era el paraíso a unos pasos de mí.
