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Leo se escondió detrás de la pierna de su padre mientras analizaba con curiosidad al joven pelinegro que tenía de frente de él con un libro en brazos. Su hermano mayor se encontraba a su lado con la expresión estoica que siempre poseía antes de hacer la misma pregunta que él pensó.
—¿Quién es él?— alzó la vista hacia su padre en espera de la respuesta.
—Él es el predestinado de Leo— me mostró la palma de su mano la cual tome —Saluda a Ofiuco, tu pareja.
—Soy Ofiuco, joven Leo espero que nuestra relación sea la adecuada como predestinados.
Arrugó la frente ante la respuesta de su padre y el formal saludo del niño de 12 años. En ese momento el joven pelirosa dirigió la mirada a su hermano.
—Yo quiero al predestinado de mi hermano— solté la mano de mi padre y lo sujete de su pantalón —¿Puedo tenerlo para mí?
El lugar se quedó en completo silencio ante la pregunta de hijo menor de la familia quien no apartó la mirada de su hermano de la misma manera en que el nuevo habitante lo observaba.
—No.
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