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Su cuerpo se encontraba tirado en el suelo como si fuera un muñeco de trapo, miro el techo en la plena oscuridad a su alrededor ya sus propios ojos se habían acostumbrado a solo la luz que la luna desprendía desde la ventana. Suspiro cansado y intento levantar se con dificultad de su maltratado cuerpo. Los golpes en su costillas todavía le afectaban en el proceso de respirar y el hinchado ojo izquierdo aún no sea abría pero sin duda aún no se cansaba de vivir entre la muerte cada vez que se llevaban a su compañeros.
Su dolor era poco a lo que sufrían Capricornio y Libra en la habitación negra. Sin duda tenía que alistarse para recibirlos con una falsa sonrisa como cada dos días. Ese lugar se utilizaba como burdel en aquellas instalaciónes de gobierno; que cuidaban nuestra seguridad, no, nosotros éramos las rameras de aquellos gordos y viejos hombres. La clase A y B eran los más utilizados para aquellos viles actos sexuales ya que la falta de resistencia y aceptación a chupar un asqueroso pito era regular en los Ito Nashi que seguían órdenes.
La clase C era demasiada complicada para aquellas bestias porque más de una ocasión había arrancado miembros con su propia boca y el era unos de ellos. Después de aquel hecho todos decidieron que la clase A y B fueran utilizadas evitando a toda costa la C.
Se arrastró hasta el respaldo de la cama donde se sentó mientras esperaba a sus compañeros de cuarto.
La mayoría de las habitaciones constaban de un grupo de personas con las cuales compartir no solo por la falta de espacio sino también para la seguridad de los Ito Nashi de clase A.
Después de un tiempo cuando llegabas a la última fase como un Sin hilo las dificultades eran tantas hasta el punto de olvidarte de vivir, ya no comían o se asean, son como cadáveres que solo respiran y ahí quedan. La clase B también estaba a nuestro cargo sus cambios de humor o facetas podían causar tantos problemas que se evitaban que tocaran cualquier cosa que les pusiera en peligro. Por eso él estaba a cargo de Capricornio y Libra.
La puerta se abrió dejando a la vista la luz del pasillo, alzó la gricienta mirada captando a Capricornio entrar por la puerta. Se levantó sosteniéndose del colchón y cogió hasta el peliblanco.
—Buen trabajo el de hoy— mencioné.
El silencio y la puerta siendo cerrada me respondió. Suspiré notando la manchada cara apagada de Capricornio. Su piyama de dos partes estaba desgastada y su shot de tela corto hasta los muslos estaba mal acomodado mientras que el semen aún recorría por sus piernas hasta manchar el pisó.
