Nivel 0: El Vestíbulo

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Todo se encuentra en silencio. Un abrupto y sordo vacío de sonido que comienza a exasperar a Samuel.

- Madre mía, ¿qué es esa cosa?- aún no cree lo que acaba de suceder.

Al cabo de un tiempo que parecía eterno para el joven, este decide asomar la cabeza por el hueco en el que se había escondido. Mira a un lado y a otro, tratando de mantener la calma conforme escruta cada palmo de aquellos pasillos angostos.

- Hora de largarse- piensa para sí mismo, a la par que cruza el estrecho hueco hasta el exterior.

Una vez más, aún presa del temor, gira su cabeza a ambos lados, comprobando así que, en efecto; aquella criatura extraña había desaparecido de la zona.

Tras unos segundos de ensimismamiento, Samuel decide avanzar por el pasillo en el que se encontraba al ser perseguido, notando algunos detalles que no había percibido inicialmente. Al agacharse lo suficiente como para tocar el suelo, el chaval se percata acerca de que no era completamente liso, sino que tiene un aspecto de moqueta húmeda. Al pasar la mano sobre la superficie, un tacto sumamente desagradable le hace poner una mueca de asco.

- Espero que esto sea agua- susurra en voz muy baja.

Cuando mira la palma de su mano, Samuel nota que esta se encuentra un tanto mojada, como si la sustancia que recubre algunas paredes se encontrara también en la moqueta. Da una sensación un tanto viscosa, aunque al no tener un color determinado por estar casi seco, el líquido que empapa el suelo se asemeja al agua. Al levantar la mirada, también descubre que en el techo hay unas luces fluorescentes que están distribuidas de manera inconsistente. No se logra ver cables o cualquier fuente que proporcione energía para dar luz a las habitaciones.

- ¿Hay alguien ahí?- pregunta en un intento desesperado de obtener una respuesta.

Mientras camina a paso ligero, no consigue una contestación, ni es capaz de encontrar a otra persona. Es como si él fuera el único ser humano en aquel lugar. A cada segundo que pasa, una angustia empieza a emanar de Samuel, quien es incapaz de dejar de mirar detrás suya cada vez que puede. El miedo rápidamente comienza a transformarse en rabia.

- ¡¿Por qué narices he tenido que acabar yo aquí?!- exclama de manera enérgica, acabando por soltar un grito de desesperación.

Para cuando se acaba de dar cuenta del terrible fallo que acaba de cometer, ya es tarde para taparse la boca. Ahora el chico se da cuenta de que el ruido ha podido alertar a aquella cosa que le había pisado los talones previamente. No obstante, pasados un par de segundos en absoluto silencio, no se escucha señal alguna de peligro inminente.

- Uf, casi la lío- suspira profundamente, mientras se lleva las manos a la cabeza- este sitio me está volviendo loco a cada momento que pasa. Tiene que haber una maldita salida".

Sin dudarlo lo más mínimo, Samuel palmea su rostro, como si de alguna manera eso fuera a ayudarle a mantener la cordura. Tras este acto de autopercepción, regresa sus ojos al final del largo pasillo amarillo empapelado y empieza a avanzar nuevamente con decisión. No sabe que es este lugar aparentemente familiar y extraño al mismo tiempo, pero lo que tiene clarísimo es qué debe encontrar una salida lo antes posible y, sobre todo; que no está solo. Sea lo que sea esa monstruosidad no era muy amistosa y de seguro que anda aún por alguna región de ese dichoso laberinto de paredes malolientes.

- Debería tratar de ir en línea recta. Quizás encuentre el borde de esta cosa- razona, en un intento de buscarle una lógica a lo que le rodea.

Una vez mentalizada la estrategia a seguir, comienza a darse cuenta de que el zumbido que emiten las luces fluorescentes es un tanto más molesto que de lo normal, y par colmo da la sensación de que de un momento a otro van a apagarse, ya que parpadean muy de vez en cuando. Sin embargo, Samuel no deja que sus pensamientos lo dejen inactivo y sigue avanzando por el corredor. Al llegar al final del mismo, este se bifurca en otros dos.

The Backrooms: la otra realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora