A partir de ese lunes, los mensajes de Hyoga comenzaron a escalar de nivel. Lo que al principio fueron tiernos mensajes con cumplidos y alabanzas para el peliverde, se volvieron en un auténtico cortejo.
Quizás Hyoga estaba esperando el momento correcto antes de hacer su jugada, tanteando el terreno antes de arrojarse al vacío. O simplemente empezó como un divertido detalle hacia el atento florista, mutando posteriormente en un sentimiento más fuerte, animándolo a continuar con el cortejo de manera anónima.
Aquel lunes, Shun entró bastante feliz a su negocio, como ya era costumbre en ese día de la semana, tarareaba y silbaba mientras descubría el siguiente obsequio de su admirador no tan secreto.
Tres flores atadas con un hermoso listón azul satinado lo saludaban desde el piso.
Shun las recogió, primero con una adorable sonrisa en el rostro, y casi inmediatamente después, con un brillante rubor en sus mejillas.
Mezereón y azucena amarilla. De la primera, dos bellos y rosados ejemplares; y de la segunda, sólo una.
Aquellas hermosas flores mostraban sus colores atrevidos, haciendo honor a su significado: Coqueteo y deseo de complacer.
Ese día, algunos clientes se mostraron indulgentes, comprando una que otra florecilla, disculpándolo por haber olvidado su descuento de hace dos semanas. Las coquetas flores reposaban en un florero de vidrio pintado sobre la recepción, aguardando el momento de cerrar y terminar entre las páginas de la enciclopedia predilecta del florista. Fue ahí donde una dama le hizo notar un dato curioso sobre las flores que yacían ahí.
-Estas flores son hermosas ¿tiene más?- preguntó la mujer con un marcado acento, mientras Shun acomodaba el arreglo que había elegido.
-Me temo que no. Azucenas tengo, pero blancas. Pero puedo conseguirlas para usted, si gusta.
-Espléndido.
-Puede pasar por ellas el viernes.
-Спасибо.*
Shun dirigió su mirada hacia la señora, deteniendo en seco lo que estaba haciendo.
-¿Es de Rusia?- preguntó con timidez. La mujer asintió.
-Sí, como estas flores que tiene aquí. Del norte de Rusia y el este de Siberia. Por eso me gustan, me recuerdan a casa.
El japonés esbozó media sonrisa. Puede que el origen de aquellas flores no significara nada, después de todo, Hyoga las escogía por lo que estas simbolizaban de acuerdo a los libros, no por su origen. Seguramente sólo era una feliz coincidencia.
Aún así, no pudo evitar sentir cierta predilección por el obsequio de aquel día, más que por los demás que había recibido.
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* Спасибо: (Spasibo) Gracias en ruso.
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Forget-Me-Not
FanfictionEn una época pasada, era costumbre expresar con la combinación de distintas variedades de flores aquellos sentimientos del corazón incomprensibles, o simplemente demasiado delicados, para el vocabulario mundano. Shun, un florista diestro en el legua...