Love

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Con la promesa de probar sus labios, Shun decidió que debería esmerarse más en su imagen personal, y no solamente los lunes, sino toda la semana; por si a Hyoga se le ocurría aparecerse algún día de estos.

Era como esperar el Apocalipsis, no sabía cuando llegaría ni como. Cada vez que veía un rubio en la calle sus manos temblaban y su corazón se detenía; se apresuraba a llegar a la florería y una calle antes arreglaba su cabello y abrigo, dispuesto a llegar con toda la elegancia y garbo posible; cuando un cliente cruzaba la puerta detenía abruptamente lo que sea que estuviera haciendo, así fuera atender a otros clientes; entre otras excentricidades más.

La semana siguiente, después de haber recibido tan atrevido espino, el peliverde llegó a su negocio siguiendo la rutina antes descrita. Pero nada pudo prepararlo para lo que vino después.

Lo único más insólito que lo que le esperaba dentro de la tienda, sólo podría haber sido el mismo Hyoga.

Ahí, recostada sobre las losetas, yacía una hermosa rosa roja.

El florista casi se desmaya cuando vio la siguiente jugada en el plan de Hyoga. Soltó un grito ahogado, y acto seguido levantó al bello ejemplar del suelo.

Esta estaba completamente sola, no había nota o listón que la adornara. Pero no era necesario. Aquellas flores, coquetas y caprichosas, lucen mejor por sí mismas.

La reina de la Flora Universal, tan brillante, tupida y perfecta. No le pide nada a ninguna flor, y son conscientes de su belleza.

Rodeada de las historias y mitos más extraordinarios y románticos, objeto de la admiración de hombres y mujeres por igual, deseada por muchos y obtenida por pocos. Esta flor representa a la perfección aquel mensaje que con ella carga:

Amor.

¿Qué debía de hacer ahora?

Hyoga prácticamente se le había declarado, o al menos había admitido que sus sentimientos habían crecido hasta convertirse en la máxima forma de afecto.

Y Shun se sentía igual. La presencia de aquella rosa era la respuesta a todas sus plegarias y anhelos.

Sólo había un inconveniente.

No había ratsros de Hyoga en ninguna parte.

A estas alturas, el peliverde estaba más que seguro de que se trataba del cliente ruso de hace casi tres meses, pero aún existía la posibilidad de que no fuera él. Aún así, no había vuelto a ver al sujeto desde entonces, y aunque sus detalles eran lo más precioso que alguien le hubiera regalado en la vida, no lo conocía del todo.

Apenas y sabía su nombre, y algunas cosas que le comentó mientras elegía las flores para su ramo de odio. Pero ¿qué pasaba con las cosas importantes?

¿Cuáles eran sus deseos en la vida? ¿Sus convicciones? ¿Su color favorito? ¿A qué se dedicaba?

Shun no tenía la menor idea.

¿Cómo era posible que amara con tanta devoción a alguien del que no sabía nada? Y lo más extraordinario, este sujeto lo amaba de regreso, de la misma forma que él, al parecer.

Supuso que el amor no necesitaba de palabras; y las flores, acompañadas de sus lindos recados, podían subsanar aquella falta de contacto, transmitiendo de la manera más bella los sentimientos que Hyoga tenía por él.

Shun sonrió ante estos pensamientos, que relación tan peculiar llevaban ellos dos.

Forget-Me-NotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora