Forget-me-not

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El día finalmente llegó, después de catorce largas semanas, por fin podría reunirse con Hyoga.

Mil pensamientos alborotaban su cabeza, y no pudo conciliar el sueño la noche del domingo previo al encuentro. Su ropa descansaba pacíficamente sobre una silla, y junto a su cómoda, un ejemplar de heliotropo; si Hyoga expresaba su amor con flores, él lo haría también.

Se miró y practicó su saludo mil veces frente al espejo, hasta que estuvo satisfecho con su apariencia. Tomó la flor y salió volado hacia el destino indicado.

El café Kimolia era un pequeño y agradable local, bastante natural y sencillo, muy del agrado de Shun.

Pidió al taxi que lo dejara a una cuadra del café, para poder mentalizarse una última vez mientras llegaba al lugar del encuentro.

La acera estaba repleta de personas, yendo y viniendo en todas direcciones, imposibilitando la visión clara del local, o de quién se encontraba ahí.

Shun estaba a tan sólo unos pasos de llegar cuando recordó el único problema que había en todo aquel florido cortejo:

¿Qué tal que Hyoga no era quien creía?

Se detuvo en seco en medio de la banqueta, poniéndose más nervioso de lo que ya estaba. El pobre heliotropo fue ahogado entre su puño, que se apretaba con fuerza de la ansiedad.

Respiró hondo, reprendiéndose por tener tan negativos pensamientos en aquel preciso momento.

Continuó su camino hacia el local, y mientras más se acercaba podía divisar mejor a las personas que ahí se encontraban.

No había rastro del cliente ruso de aquella vez.

El corazón de Shun se aceleró y pensó que perdería el conocimiento ahí y ahora. Sin embrago, no se detuvo.

La gente pasaba y dejaba entrever mejor las mesas de afuera de la cafetería. Shun alzaba la cabeza como tortuga para poder identificar algún indicio de que "Hyoga" o el cliente malcarado estuvieran ahí.

Y ahí, en medio del tumulto, una figura se alzó de entre las mesas.

Cabello rubio a la altura de los hombros, vestía una camisa azul claro a cuadros y una chaqueta de un tono más oscuro. El hombre se volteó, como si supiera que lo estaban buscando.

Shun no pudo disimular su alegría y alivio cuando por fin le vio la cara al sujeto.

Hyoga era efectivamente el cliente resentido de hace meses. Su Hyoga.

Shun apresuró el paso, trotando de manera graciosa hasta el encuentro del rubio, quien ya lo había visto y en esos momentos le dedicaba una hermosa y atractiva sonrisa.

Pensó en actuar natural, para no espantarlo o algo por el estilo, pero había esperado ya mucho tiempo, así que mandó al demonio el protocolo y etiqueta y se abalanzó hacia Hyoga, quien lo recibió con los brazos abiertos.

-¡Sabía que eras tú!- el peliverde exclamó risueño mientras Hyoga lo levantaba del suelo y giraba con él en brazos.

-Pensé en acercarme a ti en tu idioma.- respondió el ruso.

-Jamás supe tu nombre, temía que pudiera ser alguien más.- explicó el japonés, mirando a Hyoga a los ojos. -Me alegro de que no haya sido así.- concluyó, volviendo a hundir su cara en el cuello del rubio.

Hyoga lo separó un poco, se volteó hacia su mesa y le entregó un pequeño ramo de flores diminutas y azules.

-No me olvides...- susurró Shun, encantado por el detalle del ruso.

-Amor verdadero y fidelidad. Y también... el deseo de que no te olvides de mi. No sé por qué... pero... despertaste algo en mi que no sabía que existía. Desde aquel día no he podido olvidarte, y esperaba que contigo fuera igual.

Shun sonrió mientras sus mejillas se pintaban de rojo.

-Yo también tengo algo para ti. Heliotropo.

-Ayúdame con esto... aún no me aprendo el libro de memoria.- bromeó el rubio mientras tomaba la flor morada que Shun le ofrecía.

-Te amo...

No hubo advertencia ni incomodidades, sólo sincronía pura. Ambos se acercaron al otro sin pensarlo dos veces, mientras sus labios se unían en ese beso tan anhelado por los dos.

-Gracias.- susurró Hyoga, pegando su frente contra la de Shun. -Me cambiaste por completo.

-Gracias a ti... por tan hermosos detalles, las conservé todas.- Hyoga río por lo bajo, y acto seguido, sacó del bolsillo interior de su chaqueta un pañuelo doblado en cuatro.

Lo desdobló para revelar una amapola, o al menos lo que antes había sido una, pues esta era ahora sólo una flor marchita y seca, la misma que Shun le había regalado aquella vez.

-Yo también.- agregó triunfante el ruso. El peliverde soltó una caracajada.

-Si las metes en los libros conservan su color... ¿sabes?- ambos rieron. -Pero tengo una pregunta.

-Dime.

-¿Por qué en lunes?

Hyoga puso su mano alrededor de la cintura del japonés y lo jaló hacia él.

-Fue el día en que nos conocimos...

Una vez más, ambos chicos se fundieron en un beso, sellando su amor y la promesa de mantenerlo vivo por el resto de sus días; mientras el pequeño ramo de no me olvides descansaba sobre la mesita de la cafetería, el símbolo del amor verdadero, y de que,  aunque se esté lejos, el recuerdo del otro permanecerá en sus pensamientos, conservándolo perpetuamente en su corazón.




FIN

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