Dios mío, iba a llegar tarde.
Buenoooo, quizá eso no importaba tanto, si yo no llegaba a tiempo la cita no podría darse, ¿cierto?
Pese a mis pensamientos, seguía estando inquieta.
Se suponía que mi turno había terminado hacía treinta minutos, sin embargo, la cafetería había sido abarrotada de muchísima gente, la que, al parecer, habían sido invitadas a probar el exquisito café de Ainoa: Dulces y delicateses.
Ninguno de mis compañeros de trabajo ni yo podíamos quejarnos, puesto que después de que nuestra jefa viera la gran cantidad de personas dentro de su café, nos había dicho muy amablemente que, de irnos, estaríamos despedidos. Entendía su posición, éramos sólo quince personas quiénes atendemos el doble de las mesas, ni podíamos dejarla sola aunque quisiéramos.
Así que, seguir aquí significaba horas extras y eso, era igual a más dinero. Aunque tuviésemos cosas que hacer —yo—, ninguno se había movido detrás de la barra, solo para tomar un trozo de tarta un café y entregarlo a los clientes.
Suspiré, mientras terminaba la figura del árbol en la espuma del café, para luego colocarlo en la bandeja de metal junto con dos trozos de tarta y un batido de fresa. La coloque sobre la palma de mi mano, y poniéndola a la altura de mi cabeza, comencé a caminar entre mesas para entregar otra orden.
Después de dejar las cosas encima de la mesa, mostré mi mejor sonrisa ensayada a la pareja frente a mí.
—Que pasen una linda tarde. —murmuré.
—Me gusta tu cabello. —repuso la chica, solté una corta risa, abrazando la bandeja— ¿Es natural?
Negué con la cabeza antes de escuchar la campanilla de la barra.
Otro café.
Me disculpé con la chica y me alejé de allí para acercarme a la barra. Me había acostumbrado a ese tipo de elogios de parte de los clientes, o en pocas veces, de niños en la calle refiriéndose a mí cabello azul.
Sí, mi cabello era azúl.
Anteriormente había sido rubia durante gran parte de mi vida, pero después de cumplir dieciocho, me le teñí. Y hoy, teniendo veintiuno, seguía del mismo tono brilloso que siempre llamaba la atención.
—¿Tu no tenías una cita muy importante hoy?
Giré sobre mis pies para mirar a Josh, mi compañero de hace unos meses, levantar la mirada de mi trasero para después ver mi cara, tenía una tímida sonrisa.
—Tengo —respondo mirando el reloj de la pared. Cinco y media—, voy treinta minutos tarde. Supongo que...
—¡Janine! —gritó mi jefa a través del vidrio, la miré—. ¡Relevo! Termina ese pedido y puedes irte.
Había esperado tanto esa pequeña palabra.
Mi cuerpo se había entumecido, y después de eso, lo sentí relajarse de nuevo. Asentí y miré con una amplia sonrisa victoriosa al chico.
—Me voy.
—Suertuda —farfulló, tomando el café—. ¿Crees que...?
Alcé mi mano para que se callara.
—No vamos a salir juntos —me apresuré a decir, su sonrisa decayó—. Prefiero tener a mis citas lo suficientemente alejadas de mí para que, si algo sale mal, no poder echarles un café encima. Y, tú y yo trabajamos juntos. Imposible.
—¿Por qué crees que algo saldrá mal? —insistió, apoyándose en la barra, acercando su rostro al mío.
—Porque tú me caes bien, y eres muy dulce, no me gustan así.
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Departamento 203
Teen Fiction¿Recuerdas cuando fue la última vez que te permitiste sentir? Cuando el destino está lo suficientemente enfrascado en que todo te salga mal, nadie puede librarse. Janine ha pasado toda su vida enfocada en dos cosas: no interesarse en lo que piensen...