Terminé de arreglarme para poco después salir del cuarto de baño y dirigirme a la habitación donde había pasado la noche con Asthon y Nhoa. He de admitir que amaba que la nena durmiera toda la noche, sin despertarse en ningún momento. De lo contrario hubiera sido una noche muy larga.
Al menos ya me encontraba de mejor humor. Asthon había vuelto a despertarme temprano, su familia era de ese tipo que familias que disfrutaban madrugar. No pude quejarme, puesto que el hecho de haber pasado la noche en la casa de la playa había sido algo asombroso.
Sentir el aire fresco durante toda la noche, el sonido de las palmeras entre sí, cómo podía sentir los olas romperse y poco después volver a la serenidad. Una noche había sido suficiente cómo para atesorar mucho más a la playa y el amor que tenía.
Dejé mis cosas sobre el colchón, divisé a Ainhoa aún dormida dentro de su cuna, y poco después comencé a peinar mi cabello con lentitud. La puerta de la habitación se cerró de golpe, haciéndome dar un respingo en el sitio.
Gire sobre mis pies, sintiendo cómo mi corazón latía apresuradamente al verlo: Mateo. Estaba a tan solo unos pasos de mí, no traía camiseta, solo unos pantalones de seda que colgaban de su cintura. Tenía el acceso perfecto a su abdomen marcado y repleto de tinta. Entre ellos, la típica frase había repetido todos estos días «Solo soy yo».
—¿Que haces aquí? —solté, con nerviosismo, al mismo tiempo que él comenzaba a caminar hacía mí.
—¿Yo? —inquirió— Nada.
Retrocedí hasta donde pude, mi espalda chocó con una de las paredes de la habitación, sin tener más escapatoria, apreté el cepillo entre mis dedos.
—Alejate de mí.
—No te preocupes cuñadita. —se burló, con una mirada sombría— Solo vine a confirmar algo.
Sus ojos...me enviaron escalofríos por todo mi cuerpo. Brillaban de una manera singular...de una manera que reconocía. Una mirada que envió un montón de emociones en cuestión de segundos.
Pase saliva.
—¿El qué?
—Se que no eres la novia de Asthon —inicia y me acorrala contra la pared—. Aunque debo admitir que me sorprendió verte a su lado.
Su respiración está chocando la mía. Siento repentinas ganas de vomitar o de llorar. No lo sé.
—Rasgos latinos, con curvas espectaculares. Cabello azul, ojos marrones... —mira mi escote sin descaro.
Aprieto mis brazos lo más que puedo tratando de evitar que me siga mirando. Intento esquivarlo, rodearlo y salir de aquí, sin embargo, me toma de las muñecas con fuerza, alzandolas por encima de mi cabeza.
Mi pecho sube y baja con cada respiración acelerada que consigo dar. El chico parece disfrutarlo.
—Me estás lastimando...—murmuro con la poca voz de cordura que puede quedarme.
Aprieto mis labios al mismo tiempo que aparto mi rostro de su tacto. Siento el nerviosismo recorrerme el cuerpo entero. Mis piernas amenazan con desplomarse en cualquier momento, estoy temblando del miedo y él no parece percatarse de eso. Y si lo hace, lo pasa por alto.
—¡Ey, tienes pecas! —añade con falsa alegría— Justo cómo y dónde me gustan. Si tienes ahí...en tus senos también puedo encontrar, ¿cierto?
Su mano libre comienza a dirigirse por debajo de mi camiseta y sin esperarmelo, tira de ella, lastimandome y rompiéndola en pedazos como el propio animal asqueroso que es.
—¡¿Que haces?! —chillo— ¡Sueltame! —pido con fuerza, su mano deja de tocarme, ahora está sobre mis labios impidiendome hablar.
—Silencio —zanja— Esto será rápido, solo si haces las cosas fáciles, de lo contrario...
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Departamento 203
Teen Fiction¿Recuerdas cuando fue la última vez que te permitiste sentir? Cuando el destino está lo suficientemente enfrascado en que todo te salga mal, nadie puede librarse. Janine ha pasado toda su vida enfocada en dos cosas: no interesarse en lo que piensen...