Me encontraba en un debate interno, sobre qué debía o no hacer. No sabía hacia dónde ni cómo coger rumbo. Desubicada entre esas calles desconocidas para mí; Extrañas. Extranjeras.
Me marché del calor de mi acomodado hogar hacía ya un año, a sabiendas de que mi familia no aprobaba aquella relación con Saíd; mi esposo.
Cada una de las personas que se enteraron al comunicar de manera oficial nuestra boda, me advirtió que no continuara con ello, ya que entre él y yo, había muchas diferencias, la primordial era nuestra cultura.
Me casé a escondidas de toda mi familia para que no dijeran nada y simplemente aceptaran a Saíd.Saíd, un árabe que conocí en la facultad de medicina. Hubo amor a primera vista. Después de la facultad nos seguimos frecuentando hasta que él me propuso matrimonio
Pero, cómo bien dijo una vez Joaquín Sabina "Amor se llama al juego en que un par de ciegos juegan a hacerse daño".Al par de meses de casarnos, Saíd preparó todo para mudarnos a Marruecos. Dónde residía su familia.
Me embarqué en esta aventura emocionada por conocer las raíces del hombre que amaba, pero, nada más pisar su tierra natal Saíd se transformó en otro.
Tuve desde el punto de vista de Saíd, que ser encerrada en un cuarto bajo llave, quién con ayuda de sus padres me aisló de todo el mundo.
Su justificación fue que tendría antes que purificar mi alma para no emponzoñar las manzanas que había en aquella casa, refiriéndose a sus hermanas no casadas.Más tarde me enteré, que se refería a mis pensamientos y vivencias occidentales que no quería que compartiese con sus hermanas, ya que ellas habían sido criadas bajo la obediencia hacia el marido, sumisión y atención servicial que, tendrían que velar a cada momento al hombre con el cuál las casaran. Saíd me tuvo así dos meses. Recibí groserías y maltratos de la persona que decía amarme desde el minuto cero de nuestra unión.
Doblé la esquina de la calle finalmente, con la firme decisión de ir a buscar asilo en la embajada.
Sabía que, no podía andar por las calles una mujer sola a merced de ciertas zonas peligrosas cómo lo era aquella. Era la sede dónde abarcaban el acoso sexual, comportamiento poco civilizado, la agresividad, el robo con fuerza, los intentos de violación en grupo o los insultos en la lengua del país hacia las mujeres.Sin embargo, a su paso me detuvo un hombre.
- Buenos días, señora. ¿Dónde quiere embarcar? - me dijo mientras señalaba uno de los autobuses que llevaba a la gente entre pueblo y pueblo de esa ciudad.
- No, no voy a tomar ningún bus. Gracias. - Respondi algo nerviosa. El hombre me dio mala espina. Esos ojos vidriosos saltones me transmitieron un ¡huye!- Señora, ¿dónde está su marido? - Me preguntó mirando de un lado a otro percatándose que iba sin acompañante siquiera de una criada. - ¡Y su velo! - Expresó algo indignado mientras me miraba fijamente sin pestañear - No debería estar sola por estas calles. - Espetó de manera tajante. En mi salida rápida de casa de mis suegros no me acordé de colocarme el velo.
Esta ciudad se hallaba en pleno apogeo de diversas opiniones de la gente del país en el que se castigaba a una mujer por enseñar siquiera su rostro y los que eran indulgentes con ello y no usaban ya esos métodos tan drásticos.
Sin embargo, esa repartición de opiniones tan diversas y más en comunidades de medinas dónde se conocían entre todos y las familias se conocían desde generaciones ocasionó que hubiese un irracional y grotesco sentido de traición entre los que eran tan extremistas. Tenían que tener cuidado con lo que hacía o diría hasta pisar la embajada. Una vez allí, nadie podría tocarme.
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Relatos Cortos (EDITANDO)
RandomRelatos cortos, narra la historia de personas que cuentan cómo en su día a día intentan encontrarse un sitio en la sociedad, la vida... Deseosos de encontrar su ansiada felicidad, su libertad fisica o emocional y en el que muchos de ellos se encuent...