Soledad

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Soledad; ese es mi nombre y cómo indica mi nombre estoy sola. Bueno, en realidad al menos me encontraba así hace 4 años atrás.

En ese tiempo sólo conocía el dolor, la angustia, la tristeza, el miedo producido por mis compañeros de clase. Por mucho tiempo estuve sometida a los maltratos tanto físicos como psicológicos de todos ellos, pero entonces, de la nada aparecieron ellos; Alex y Ana.

Ambos eran hermanos nacidos el mismo día, es decir, gemelos y llegaron a Londres desde Alemania, Berlín.

Si no hubieran aparecido en mi vida, no sé qué fuera de mí a estas alturas, quizás hubiera llevado a cabo mi propósito de intentar suicidarme, solamente en ello veía mi única salida para dejar de sufrir Bullying en el Instituto. Desde pequeña ya era sometida a ello pero nunca dije nada a nadie por miedo a que me trataran peor aún de lo que ya lo hacían.

Pero todo cambio en el instante en que llegaron Alex y su hermana Ana. Se acercaron a mí ofreciéndome su amistad sin pedir nada a cambio, me ayudaron en todo lo que necesitaba y defendían de todos aquellos que intentaban hacerme daño sólo por el hecho de ser de otra nacionalidad y además, ser una chica discapacitada.

Ha pasado el tiempo, con ello todo 0el pasado. Deseché todos los recuerdos dolorosos de aquella época tan infeliz que viví desde mi más tierna infancia. Ahora sabía que no todas las personas eran iguales, que no todos juzgan ni tienen prejuicios con las personas que padecen de una discapacidad o que proceden de otro país.

- ¡Soledad! -gritó Alex que se dirigía hacia mi sonriendo - Ya ven, tenemos todo listo para celebrar tus dieciocho años preciosa. - Dijo mientras se arrodillaba enfrente de mí y depositaba en mi frente un pequeño beso. - Toma, aquí tienes un pequeño obsequio por tu cumpleaños.

- ¿Qué? - exclamé sorprendida mientras veía como Alex colocaba entre mis manos una pequeña caja roja cubierta por una tela aterciopelada, en el que venía también una pequeña tarjeta roja que recitaba ''Eres el sentido de mi existencia y la alegría de mi Corazón. Siempre que te miro mi alma sonríe de emoción, por tener a mi lado a una persona, a un Corazón que late con fuerza por mí... Y por nuestro Amor. Felicidades princesa. ''

Me sentía fatal porque me comprara un regalo. Nunca podría compensarle todo lo que hacía por mí, ya que desde que apareció en mi vida me trajo alegría, paz, risas... Amor. Él era mi todo.

Jamás imaginé que un chico como él se enamorara de mí, que no le importara tener que acompañarme a todas mis citas médicas, cada una de ellas más tediosa que las anteriores, y que cada día que pasara me demostrara con hechos lo mucho que me quería.

- Sí, ya sé que me dijiste que no te comprara nada. Pero para mí estos detalles que te hago son tan pequeños e insignificantes comparado al gran regalo que la vida me ha podido haber dado.

- ¿Y qué regalo es ese?

- Princesa, ¿Sabes que te quiero mucho, cierto? Estos últimos cuatro años a tu lado han sido los más maravillosos de toda mi vida. Eres y serás por siempre el regalo más valioso que pudo darme la vida. Y por eso este regalo que acabo de hacerte espero que lo aceptes con mucho gusto, ya que son las llaves que abren nuestra puerta hacia la felicidad. Ábrelo.

Me sentía abrumada por todo lo que me estaba diciendo y con manos temblorosas abrí lentamente aquella cajita pequeña para ver su contenido y nada más abrirlo vi una pequeña llave.

- Cómo ya sabes me tengo que ir a estudiar a Los Ángeles gracias a la beca que conseguí, pero, no quiero separarme de ti... Quisiera que vinieras conmigo a vivir. - Me dijo mientras sonreía, me cogía de las manos y miraba a los ojos fijamente haciendo que me perdiera en aquellos ojos color marrón miel que hipnotizaban a cualquiera.

Sentí que empezaba a ruborizarme, un cúmulo se sensaciones tan intensas que no sabía cómo describirlas con palabras, me sobrecogían tan intensamente que a veces era incluso hasta insoportable.

Agache la cabeza para mirar nuestras manos entrelazadas, quedándome totalmente atónita por lo que acababa de decirme, no sabía que pensar o decir de lo que me estaba proponiendo Alex.

Esto me resultaba totalmente extraño, no podía creer que me estuviera pidiendo en serio que me fuera con él. Todo esto me parecía un sueño, algo irreal. Pero no, no estaba soñando.

Después de varios minutos de silencio, en el que pude percibir que Alex estaba inquieto y nervioso, alcé la vista para ver a los ojos a Alex y poco a poco en mi rostro se formó una sonrisa.

Entonces nos fundimos en un abrazo, no hacían falta las palabras para saber cuál era mi respuesta; con la mirada nos decíamos todo.

Mi felicidad era él y algo dentro de mí me decía que nuestra historia desde hoy iba a empezar a escribirse, que a partir de hoy mi historia con Alex tendría su principio sin fin.

Relatos Cortos (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora