Amores Que No Son De Uno

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Era un torbellino de sensaciones, de pensamientos e inquietudes que pasaban como una estrella fugaz por su cabeza.
Amanda Sanz siempre fue una chica complicada, ¿su núcleo? Una familia particularmente difícil.

Su padre un borracho, que los fines de semana al salir de trabajar, en vez de ir como otro cualquier padre a el hogar familiar para compartir tiempo en familia, se pasaba en el bar bebiendo hasta que no podía más. En el fondo no podía culparlo, le daba pena, tener que compartir su vida con su madre, una mujer temperamental que trataba muy mal a todos, incluyéndole a el, emocionalmente inestable a la mar de caprichosa a la que había que cumplir todos sus deseos, debía ser muy difícil.

La desgracia llego a Amanda cuando con tan solo diez años, la ingresaron a un hospital psiquiátrico, dónde se le detectó un trastorno esquizoafectivo; La cuál provoca una desconexión de la realidad con problemas anímicos, que podía pasar desde sensaciones de euforia a depresión.

Desde entonces, no hizo más que estar dentro una y otra vez por temporadas ¿Lo más curioso de todo? Que su madre también fue diagnosticada; su enfermedad era genética al padecerla ella, se la transmitió.
Sin embargo, jamás vio a su madre entrar o salir porque negaba la realidad de que padeciera tal enfermedad mental, es más, en una ocasión llego a decir que todo era culpa de Amanda, que le había contagiado. Cómo si fuese una fruta podrida que puede infectar al resto. ¿Cómo no iba ella a estar de esa guisa? Su propia madre la llevo hasta ese punto de inflexión.

A medida que Amanda fue creciendo, al llegar a la mayoría de edad se largo de su casa, lo que ella en un principio pensaba que sería un gran comienzo donde no metería la pata, fue al contrario.
Apenas llevaba un mes independizada, cuando tuvo la mala fortuna de que entrara en su vida un chico que desencajó sus bienintencionados planes.
Era una de esas noches tranquilas de fiesta en la que iba con su mejor amiga Fanny, dándolo todo en la pista de baile. Y en una de esas paradas para repostar sus bebidas se cruzaron. Hubo tal magnetismo entre ellos que se vio a una lengua de distancia.

A Amanda ese chico tan guapo que se presentó como Óscar le hicieron temblar sus piernas como gelatina.
Oscar le invito a ir a su casa a tomar algo y cuando estuvo a punto de marcharse, se percató que olvidó las llaves de su casa en el coche de su amiga al despedirse en la discoteca. Aquella noche la paso con él charlando como si se conocieran de toda la vida
Y parecía cosa del destino, resultaron ser vecinos.
Fueron quedando, pero a medida que pasaba el tiempo fue conociendo otras facetas que no creyó en un primer instante que fuesen parte de su vida. Óscar, era un camello. De los que te pasaban cualquier cosa que tú le pidieras.

Al principio Amanda cuando Oscar le sugería probar cualquier cosa que le veía vendiendo ella se negaba, pero hubo un momento en el que le pudo más la curiosidad. Y cayo. Se perdió.

Ambos basaron su relación cuando se encontraban juntos, en ponerse hasta arriba de lo que tuvieran a su alcance seguidos de follar y así sucesivamente. La otra mitad en la que permanecían totalmente lucidos, trabajaban o quedaban para salir al cine; dar un paseo por la playa, correr juntos. Pero acababan en más de una ocasión discutiendo tan acaloradamente que terminaban consumiendo

Sin embargo, hubo un antes y después en el que Amanda vería marcada su vida. Un momento crucial en el que un día, tuvo que saber en qué quería convertir su vida. Sobre todo al darse cuenta que estaba embarazada.

Amanda experimento mil cosas distintas, al corroborar con un análisis medico que estaba gestando en su vientre una nueva vida. Paso por muchos sentimientos; alegría, angustia, miedo, tristeza. No sabía qué hacer. Se sintió tan pequeña para tal responsabilidad.

Al principio hizo como si nada, no le conto nada a Oscar y ni siquiera le insinuó una sola vez que estuviera en estado, siguieron con su vida con la notable diferencia que Amanda logro salir del bucle ese en el que se colocaban y había dejado de hacerlo. Y a Oscar no le permitía que la tocara.

Pero un día, que volvía del trabajo se encontró en el departamento a Oscar con todo patas arriba y a él en el salón con la cabeza gacha ojeando un papel totalmente consternado...Su confirmación de embarazo.

Oscar la miro, como a quién se siente traicionado y le pregunto si ese era el motivo por el que no deseaba que la tocara y mas importante aún, que había dejado de meterse. Amanda intento en ese momento sentarse a hablar con él y tocarlo, pero Oscar se levanto a toda prisa huyendo, Amanda le siguió hasta la calle y le pidió que por favor hablaran de su situación a lo que Oscar le contesto.

- Lo siento, ese problema es tuyo. No mío. - Y se fue sin mirar atrás.

A Amanda se le cayo el mundo encima. Empezó a llorar desconsoladamente . Corrió hacia su departamento con tan mala suerte que al cruzar al otro lado no se percato que venia un coche y la arrollo.


******

Amanda despertó unos días después en el hospital. El coche que la arrollo llamo inmediatamente a emergencias. La trasladaron todo lo deprisa que pudieron, pero pese a todos los esfuerzos médicos, no lograron salvar al bebe.

Para Amanda perder al bebé fue un golpe muy duro. Para ella significaba un nuevo comienzo, una faceta por parte de ella que le creaba inseguridades porque no deseaba ser como su madre, pero por otra le creaba una felicidad inmensa, pues quería ser con ese bebe todo lo que no fue su madre con ella. Pero toda esperanza e ilusión se había desvanecido con su pequeño ''bichito'' como lo llamaba.

Un día al subir a la azotea del hospital, creyó poner punto final a su existencia pero no tuvo esa suerte, o eso pensó. Un enfermero que se encontraba allí en aquel momento la vio, e impidió que se tirara.

En cuánto la encontraron las enfermeras; de quiénes había huido en un despiste de ellas, la sedaron para redirigirla al ala psiquiátrica.

Fueron pasando los días dónde aquel enfermero la visitaba. Su nombre era Jaime, un chico muy atractivo, de unos ojos azules como el mar, rubio, alto de uno ochenta al que le gustaban las películas de terror y su postre favorito igual que Amanda era la tarta de queso.

La rutina del hospital se le fue haciendo amena por él, porque rato que tenia libre era el que se lo dedicaba a ella. Amanda al verlo, sólo pensaba en lo dichosa que estaba siendo aunque a la vez había momentos que no creía ser merecedora de tales atenciones. Pero cuando su cabeza hablaba así, la ignoraba. Pues era justamente todo lo contrario, empezaba a creer que lo merecía. Una persona al cien por cien a su lado que le apoyase, que sacara a flote todo lo bueno de ella.

El día en el que Amanda por fin pudo salir del hospital, su dicha fue completada por Jaime. Éste le pidió que aunque se conocían poco intentaran una relación formal. Le ofreció un hogar, amaneceres a su lado, noches desenfrenadas apasionadas. Una estabilidad que creyó lejos de su alcance. Ese poco que le decía querer ofrecer a ella le supo más que mucho, para Amanda representaba por primera vez en su vida el cielo en la tierra. Aquella que aborreció desde que tenia conciencia al tener la mala suerte de estar en una familia tan disfuncional.

Por fin poder llamar a un sitio hogar; tener alguien a quien verdaderamente le importase su felicidad y bienestar para Amanda era tal dicha que no la creía posible. Una felicidad que atesoraría día a día, minuto a minuto y segundo a segundo. Este era el momento. Suyo. Uno que jamás pensó obtener en esta vida y si existiese otra vida sin duda volvería a elegir los mismos errores con tal de que todos le condujesen a Jaime. Una vida al lado de una persona a la cuál le interesaba su bienestar. Una persona a la cuál quería con locura.

Relatos Cortos (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora